4 Butacas de 5
Si La Quimera se tuviera que comparar con otra película, probablemente las más similares serían Lazzaro Felice y Le meraviglie, lo que solo reafirma lo única que es la voz de la directora italiana Alice Rohrwacher. Aquí, nuevamente, vuelve a la campina italiana a visitar a una comunidad de personajes variopintos en un realismo que bordea con la magia. La quimera tiene elementos fantásticos, como la habilidad sobrenatural de su protagonista Arthur (Josh O’Connor) de saber dónde se encuentran enterrados tesoros del pasado. Pero lo que el hombre hace con ese don es completamente terrenal, humano y falible, que es dedicar sus días a robar tumbas con su grupo de amigos.
Lo que quieren es encontrar en algún momento el tesoro que les permita volverse ricos y no trabajar. Y Arthur, un inglés que volvió a Italia después de estar en prisión para buscar algún recuerdo de su amante perdida, parece estar de acuerdo con el plan. El malhumor e irascibilidad que proyecta durante el inicio de la cinta se va disipando, y La Quimera se entretiene mostrándonos sus aventuras arqueológicas que, naturalmente, esconden mucho más.
Allí es cuando el talento de Rohrwacher de unir lo fantástico con lo cotidiano vuelve a mostrarse. Una historia que desde su sinopsis puede parecer una película de acción en manos de ella se convierte en algo más meditativo, un retrato sobre la obsesión de un hombre con el pasado y la pregunta sobre dónde debe permanecer lo enterrado.
Así, La Quimera hábilmente logra cumplir todas sus ambiciosas promesas: une los intereses estilísticos de Rohrwacher en la creación de una atmósfera onírica con una trama trepidante sobre criminales a punto de ser atrapados y llega finalmente a una reflexión sobre la finalidad de las cosas, estén estas vivas o muertas.