'El Clan de Hierro': el derrumbe de una familia golpe a golpe

'El Clan de Hierro': el derrumbe de una familia golpe a golpe

3’5 Butacas de 5

El Clan de Hierro lleva a la gran pantalla el relato de una de las familias más conocidas dentro del universo de la lucha libre en Estados Unidos, los Von Erich. Sean Durkin es el encargado de esbozar el dibujo de una familia aparentemente feliz golpeada continuamente por reveses de su entorno.

La película pone el foco en los cuatro hermanos Von Erich y sus peripecias bajo la imponente y atenta sombra de su padre, una vieja gloria de la lucha libre. Los cuatro hombres son movidos por los hilos de una paternidad llena de frustraciones y ansias de gloria. Cada uno tiene sus preocupaciones personales, sin embargo, el padre se encarga de utilizarlos como si de unas fichas de juego se tratase, todo por y para conseguir un éxito que, de alcanzarse, tampoco les aporta más felicidad de la que ya sienten. Porque los Von Erich son felices con poco, les sirve estar juntos y unidos, no necesitan que un cinturón demuestre su valía o que unas lágrimas de tristeza muestren su debilidad.

Hay poco espacio para el amor espontáneo y mucho, quizá demasiado para la tristeza. Una familia que carga con la maldición de la ambición y que está preparada para recibir casi cualquier golpe y seguir como si nada. La película coge matices de una tragedia y la transporta a un dramón que avanza sin piedad durante toda la segunda parte del metraje. El dibujo ilusionante y cargado de color que pone delante nuestra Sean Durkin pronto se va oscureciendo y transformándose en algo doloroso y, quizá, demasiado desgraciado.

La cuadrilla de actores que conforman a los hermanos Von Erich están de fábula. Zac Efron, Jeremy Allen White, Harris Dickinson y Stanley Simons se mimetizan con los personajes y logran ciertos momentos de entrañable verdad. La química que les rodea es lo que sustenta el peso dramático de la cinta y, al igual que sucede con los hermanos Von Erich, ninguno quiere hacerle sombra al otro.

The Iron Claw es la evidencia, una vez más, de que la ambición y el éxito profesional no suelen ir de la mano de la felicidad, porque está siempre se escurre entre los dedos como la arena de la playa. La cinta demuestra que ser feliz nunca puede ser un objetivo concreto porque, en realidad, no se trata de algo físico como lo es un cinturón de campeón. La felicidad está compuesta de unos cuantos momentos rodeado de esas personas que te apoyan en los días complicados, esos con los que sales a divertirte y con los que comes un domingo entre risas. Los hermanos Von Erich sabían todo esto y podían aguantar todo tipo de golpes dentro y fuera del ring, todos menos uno, el de la tristeza.