3 Butacas sobre 5
Si bien gran parte del cine francés tiene problemas de distribución en nuestro país, se da el caso especial de que en cuanto a comedias se refiere, llegan todas. Es un hecho curioso, aunque tiene sentido. El humor francés usualmente es muy bueno y al público le encanta ir a ver comedias. Ya está, ahí acaba la historia.
La nueva película de Yvan Attal, director de Una razón brillante, llega para tratar de posicionarse como una buena opción dentro de este pequeño subgénero que tanto abunda en nuestras carteleras. La cinta nos sitúa en la situación actual de Henri, un hombre de mediana edad que se encuentra en un periodo de inflexión de su vida, en una crisis de la que no sabe cómo salir. La llama de su matrimonio parece haberse extinguido, al igual que su trayectoria como escritor, flor de un día 20 años antes. Tampoco parecen quererlo mucho sus tres hijos. Así que, cuando encuentra un perro grande, feo y al que nadie parece querer, decide quedárselo.
La historia podría pasar por tópica en lo referente a esa conexión hombre-animal, exceptuando el detalle de que mayoritariamente aquellas están protagonizadas por niños o por personajes muy jóvenes, por lo que resulta chocante y original verlo con una persona adulta, ya que el guion puede tomar otro rumbo que no se acostumbra a ver frecuentemente. Sin embargo, pese a ello, el film se queda en una mala comedia o un decente drama, según por donde se quiera mirar. Las bromas que tiene no cuajan, y muchas de ellas se repiten en varias ocasiones y resulta vergonzoso (particularmente las bromas sexuales sobre el perro, repetidas hasta el hartazgo). Sin embargo, si nos detenemos a analizar el lado dramático, la cinta gana enteros. Aunque es repetitiva respecto a muchas otras películas que abordan esa crisis que padecen las personas de mediana edad, mantiene el interés y sabe desenvolverse con soltura sin pecar de excesos y dramatismo.
Se trata de una especie de híbrido que por momentos funciona muy bien, principalmente cuando deja de lado el humor y se adentra en el drama de ese hombre tan perdido como su perro, problemático a veces, pero de gran corazón. Es un símil tremendamente original y bonito. Quizás sea lo mejor que se puede decir de esta vuelta a lo tópico y repetitivo.