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La SEMINCI de Valladolid acogió el pasado domingo 20 de octubre el estreno mundial de El cuadro, primer largometraje de Andrés Sanz (Madrid, 1969) que nos sumerge en el misterio de Las meninas demostrando que el formato documental no está reñido con el lirismo. Su buen hacer como hilandero de testimonios, conocimientos y emociones se refleja en la finura con que construye una trama que conduce al espectador, en un estado casi onírico, hacia las profundidades del cuadro más interpretado de la historia.
Son Manuela Mena, conservadora del Museo del Prado, y el historiador estadounidense Jonathan Brown, quienes nos introducen en el fascinante universo de Las meninas a través del recuerdo de su primer encuentro con la obra. Desde este anclaje en sus experiencias personales, El cuadro nos va guiando por los secretos que anidan en la más célebre obra de Velázquez. Primero en los que se encuentran en su superficie: los personajes, la composición, el espacio, el aire que con tanta maestría pintaba el sevillano. Luego, en lo que desveló su radiografía: los trazos dudosos, los símbolos escondidos. Y finalmente en lo que sólo se observa a través de una óptica más compleja: los anhelos, miedos y ambiciones del pintor, de Felipe IV y de una dinastía, la de los Austrias, al borde del colapso.
Acompañan al espectador, en este recorrido ensoñado por las habitaciones de la corte, un séquito de guías difícil de mejorar. Reputados especialistas nacionales e internacionales, conservadores y expertos, aficionados, artistas, historiadores y críticos de arte. Destaca un Antonio López de gesto emocionado, que contagia su fascinación por la pintura y por Velázquez. También el gran Calvo Serraller, deslumbrante en su inteligencia, que falleció sólo dos meses después de que se grabaran esas imágenes, y a quien se dedica el largometraje. En un acierto indiscutible, El cuadro respeta e incluso realza el conflicto entre las distintas opiniones e interpretaciones, afirmando sutilmente que a toda gran obra le acompañan inagotables posibilidades de lectura.
Se nos revela en El cuadro que Velázquez obtuvo el cargo de aposentador de Palacio, siendo el responsable de adornar las salas donde residiría la corte real. El modo en que Andrés Sanz acomoda lo documental en lo onírico, a través de una poética de juegos de espejos, luces y sombras en un mundo paralelo de animaciones de stop-motion, recuerda a ese viejo oficio de acicalar un espacio, cuidando cada detalle, para que el documento se encuentre bien instalado. Gran parte del halo de misterio que acompaña al documental se lo debemos a esas imágenes fantasmagóricas que se cuelan entre toma y toma de la entrevista.
“Tenía 6 años cuando visité el Museo del Prado. Vi un cuadro que me produjo un sueño recurrente durante años. Esta película es una investigación sobre ese sueño”. Con estas palabras del director comienza El cuadro, un sueño del que el espectador sale más sabio, pero no menos fascinado. Su mayor virtud es la de no diluir el enigma de Las meninas, sino incrementarlo. Y menos mal, porque es ese enigma el que mantiene vivo al cuadro, y a los ojos curiosos que siempre lo miran con renovado interés en busca de respuestas.