3 Butacas de 5
‘Silent Night’ pertenece al grupo de producciones que aparentemente están destinadas al más grande desastre, pero que encuentran su salvación gracias al talento que se esconde detrás de la cámara. Tanto la premisa como el desarrollo estructural de la historia son dignos de una serie z destinada a salir directamente a vídeo. Aquí es donde entra en escena el señor John Woo, que transforma lo mundano en algo brillante. Su excentricismo narrativo hace que pueda ejecutar la propuesta dramática de una forma magistral, dándonos como resultado un clásico instantáneo dentro del género de películas navideñas macarras.
La premisa es sencilla y sigue todos los tropos del cine de venganza: en el día de Navidad, estalla un tiroteo en una zona residencial entre dos bandas de delincuentes. En medio del fuego cruzado, una bala perdida mata a un niño. Su padre, en busca de venganza, se enfrenta a los criminales y acaba por recibir un tiro en el cuello que casi lo mata, dejándole completamente mudo. Joel Kinnaman es el actor que da vida a este ciudadano común que se transformará en una máquina de matar decidida a acabar con todos aquellos que le arrebataron a su hijo.
‘John Wick’ ya está establecida como un modelo a replicar dentro de la industria cinematográfica estadounidense. Este es uno de los varios proyectos que buscan capitalizar el éxito logrado por Chad Stahelski y David Leitch en el 2014. ‘Silent Night’ no cuenta con el mejor guión, ni con un presupuesto abundante, ni tampoco tiene la claridad coreográfica necesaria para poder competir con las mejores producciones de este género. Esto lleva a que el maestro hongkonés se centre en potenciar al máximo el conflicto interno que aflige al protagonista. El resultado final es bastante peculiar, ya que estamos ante una película de acción donde las escenas de tiroteos son una excusa para llegar al drama. Woo dota de un barroquismo extremo al sistema de imágenes del filme. Su propuesta es muy hortera y se apoya en el uso extremo de los reflejos, unos flashbacks delirantes, encuadres de aprisionamiento descarados o recursos sonoros extremadamente disonantes. Esto deriva en una maravillosa primera mitad de metraje, a partir de entonces empieza un proceso de dilución a partir del montaje picado donde Kinnaman se convierte en una especie de fusión entre Schwarzenegger, Stalone y Keanu Reeves. Desde ese instante, las carencias presupuestarias se hacen demasiado manifiestas en pantalla. Todo el bloque final de acción tiene un acabado poco inspirado y algo genérico. Woo logra aportar algunos detalles esplendorosos, pero son una excepción dentro del conjunto. Al final, uno sale de la sala con la sensación de que había una parte de la película que era un peaje a pagar por parte del cineasta para poder centrarse en lo que de verdad le ilusionaba del proyecto.
‘Silent Night’ no es perfecta, pero es un cóctel de pasión y carisma que hará las delicias de los amantes de John Woo.