3 Butacas de 5
“No, no quiero” va directo al espectador. Sin un segundo de condescendencia, apenas unos fotogramas en el arranque te sumergen por completo en la historia, prestando atención a un tema que, a pesar de ser un drama humano de gran magnitud, apenas tiene repercusión mediática.
La asociación catalana llamada “Valentes i Acompanyades” se dedica a ayudar a mujeres que han sufrido matrimonios forzados, principalmente debido a la diversidad de culturas que han emigrado a la zona y que siguen manteniendo las costumbres arraigadas de sus países de origen. Este acto machista y deplorable afecta a niñas y adolescentes, y sigue vigente en pleno siglo XXI, incluso en los países que consideramos civilizados.
En su segundo largometraje, la realizadora Belén Santos aborda esta problemática social al presentarnos a cuatro mujeres, cada una de diferentes culturas y personalidades, que comparten sus experiencias cuando, siendo jóvenes, sus familias las obligaban a casarse mediante matrimonios concertados, impulsados por la presión social y económica. La mujer se convierte en una mercancía que se intercambia para preservar el honor de sus padres, generando un debate que plantea dudas sobre la identidad, la familia y la responsabilidad.
La puesta en escena me resulta bastante interesante, ya que no intenta convertir la película en algo similar a un reportaje de televisión. Juega con claves cinematográficas de manera notable, destacando por un trabajo cuidado tanto en la imagen como en el sonido. Tiene una factura sólida, y toda la narrativa se mantiene en un alto nivel técnico que preserva una estética visual sumamente atractiva para ser un documental. Los planos están notablemente más cuidados de lo que suele ser común en este tipo de trabajos, y la mezcla de sonido es de gran calidad, alejándose de simples entrevistas para crear atmósferas y comodidad para las chicas involucradas. La cinta ofrece encuentros y diálogos, más que simples entrevistas televisivas. Además, no se aprecia la presencia de ningún micrófono ni complicidad con la cámara, lo que añade un toque interesante de ficción audiovisual.
Presentado en la Semana Internacional de Cine de Valladolid, “No, no quiero” es un documental fascinante que aborda un tema que merece una mayor visibilidad. Su fuerza radica en los testimonios de los protagonistas, quienes, a pesar de enfrentar dramas intensos en sus vidas, se desenvuelven frente a la cámara con una naturalidad y franqueza envidiables. La película nos lleva en un viaje a culturas que nos resultan ajenas, pero la problemática que presenta es universal y ocurre incluso en nuestro propio país.
Quizás el montaje pueda pecar en algunos momentos de redundancia, y la investigación podría haberse extendido más, pero indudablemente es una propuesta loable, interesante e incluso de visionado obligado.