3 Butacas de 5
La última película de Demián Rugna es la gran sensación actual dentro del panorama festivalero de género. Terror Molins nos ha brindado otra oportunidad para ver este fenómeno que está arrasando en cada sitio donde se proyecta, habiéndose alzado con el premio a mejor película en Sitges y con el premio del público en la semana de terror de Donosti.
El filme es un thriller de posesiones demoníacas que se desarrolla en la actual Argentina rural. Rugna desciende al fango para ofrecernos un relato crudo y seco, donde el drama se entrelaza con el humor negro. La premisa es muy concisa: dos hermanos campesinos se encuentran con un infectado a punto de dar a luz a un demonio. El dúo protagónico deberá encontrar una manera con la que romper esta maldición y proteger a su familia del mal que se está expandiendo en la tierra. La propuesta no es muy rocambolesca, priorizando la calidad del producto sobre la innovación o los artificios. Este proyecto se gestó dentro del Sitges Fanpitch, una sección paralela dentro del festival que conecta al talento creativo con diversas personalidades de la industria, facilitando que historias independientes vean la luz. Esto se refleja en el resultado final de la trama, ya que cuenta con varias escenas que están claramente concebidas para que ganarse los vítores del público que acude a estos festivales y que disfruta de una manera única del terror.
En cuanto a la puesta en escena, el cineasta argentino opta por un enfoque sobrio alejado del morbo innecesario o del efectismo que abundan en este subgénero. La estética se asemeja a filmes como Se7en (David Fincher, 1995) o el thriller nórdico. Se opta por unos encuadres que respiren, con unos movimientos de cámara y un ritmo interno bastante calmado. Su fuerte a nivel de dirección es la serenidad y la frialdad que transmite. Rugna es plenamente consciente de las emociones que quiere despertar en el espectador y no duda en ningún momento de cómo lograrlo. Esto hace que nunca se apresure, permitiéndole manipular al espectador y jugar con él según le plazca. La tensión es de cocción lenta y la intensidad aparece a través del corte abrupto en montaje (no confundir esto con los “jumpscares” facilones). ‘Cuando acecha la maldad’ se solidifica en su parte terrenal; incluso podría funcionar perfectamente como una película de suspense sin ningún elemento sobrenatural. El juego entra la paranoia humana y el misticismo constituyen el gran punto fuerte de esta historia.
Las interpretaciones también contribuyen de manera positiva al acabado final de esta obra. Ezequiel Rodríguez y Demián Salomón se complementan muy bien como dúo interpretativo principal. Sus papeles ayudan a asentar la historia y acercarla al espectador.
Las expectativas eran muy altas al entrar en la sala y, pese a que no me ha arrebatado el corazón, sí siento que esta película cumple plenamente con lo que propone.