4 Butacas de 5
El “subgénero” de cine religioso es complicado; se trata de una temática muy específica que ha estado en funcionamiento desde la época de Cecile B. DeMille. En algunas ocasiones se acerca más a lo épico y en otras más al dogma. Ofrece una amplia variedad, ya que puede ser un drama intimista o una película de aventuras. Sin embargo, lo que siempre debe mantenerse a nivel dramático es el concepto de mostrar la Fe en pantalla, así como las creencias, sin importar la religión, y lo más interesante, explorar las dudas a través de ella.
‘Teresa’ adapta la obra de teatro de Juan Mayorga (para mí el mayor dramaturgo contemporáneo de este país) de título “La lengua en pedazos”, basada en la figura de Santa Teresa de Jesús. Un pseudo biopic poético dirigido por Paula Ortiz, una cineasta muy sensorial que fundamenta sus historias en el poder de la imagen y en el universo femenino. La combinación de estos talentos da como resultado un producto único y personal. No es adecuada para todos los gustos, ya que descansa entre los diálogos de Mayorga y en los planos de Ortiz. A pesar de la epifanía que cada una de sus escenas provoca, resulta difícil de digerir, ya que tiende a ser más abstracta que concreta. Estamos ante un tipo de cine diferente, amigos.
‘Teresa‘ es una película que comparte una temática similar a ‘El juicio de Juana de Arco‘ de Dreyer, aunque en lo formal es menos introvertida. De manera heterodoxa y radical, la monja funda el Convento de San José en Ávila, lo que llama la atención de los altos estamentos de la Iglesia.
La historia nos presenta un día común en la vida de Santa Teresa de Jesús hasta que aparece de la oscuridad un mefistotélico inquisidor (Asier Etxeandia) para interrogarla y tomar decisiones sobre su caso, que pueden ir desde el perdón hasta el cierre del convento. Incluso se plantean opciones más radicales, como la quema de todas en la hoguera.
En este contexto, la trama se centra en un enfrentamiento dialéctico sobre teología entre los personajes interpretados por Blanca Portillo y Asier Etxeandia, en el que está en juego mucho más que la vida de Teresa. Un combate entre dos grandes roles, con un viaje emocional lleno de picos, en lo que para mí son dos claras nominaciones al Goya.
A nivel conceptual, Teresa se convierte en una personificación de todas las mujeres a lo largo de la historia que no han tenido voz, siendo una oda al mundo femenino y su lucha a lo largo de los siglos por encontrar su lugar en la vida. Este enfoque es una tesis que Paula Ortiz ha mantenido a lo largo de su carrera y quizás en este caso, es la más totémica en la materia.
La puesta en escena, que podría haber sido maniquea y demasiado influenciada por el teatro, adquiere un carácter onírico en manos de Ortiz. A través del diálogo y el tiempo, nos cuenta la vida completa de la monja fundadora de la Orden de Carmelitas Descalzos. Esto se logra gracias a la destacada fotografía de Rafael García, que utiliza metáforas visuales, algunas convencionales y otras más radicales, para transmitir la abstracción de los conceptos religiosos en el vía crucis de la vida de Teresa.
La música desempeña un papel fundamental en la película, creada por Juanma Latorre de Vetusta Morla, llevándonos a través de diferentes tonalidades, transitando desde lo terrenal hasta lo divino, con una partitura que aporta aún más refinamiento al contenido de las imágenes.
Sin embargo, en la fusión de narraciones teatrales y poéticas, es posible que la película muestra algunas flaquezas. En este aspecto, “La Novia” quizás alcance un equilibrio más satisfactorio en sus intenciones.
También es verdad, que, en manos de otro director, este tema podría ser un completo desastre, pero Paula Ortiz consigue hacernos vibrar con la belleza plástica de sus imágenes. Llevándonos, a los amantes de la estética, al éxtasis en un viaje espiritual de una figura fundamental del cristianismo.
Estamos ante un tipo de cine diferente, y es necesario tener Fe en él