3’5 Butacas de 5
Barry Levinson recupera su mojo con su Toro Salvaje a lo Hijo de Saúl. El 22 de septiembre llega a nuestras salas El superviviente de Auschwitz, la última película del mítico director de Rain Man o de Good Morning Vietnam. La premiere internacional fue en el festival Internacional de Toronto en 2021, pero poco después HBO se hizo con los derechos de distribución y estrenó directamente en su plataforma. Lo que imposibilitó que pudiera estrenarse en los cines estadounidenses. Esto es una lástima, es una historia que merece ser vista en las mejores pantallas posibles y que está rodada de una forma bellísima en super 35mm. Levinson crea unas imágenes preciosistas que gozan de un calado emocional muy contundente que logra penetrar en el espectador.
La trama adapta la vida de Herschel Haft, un judío nacido en Polonia y que fue prisionero en varios campos de concentración durante la segunda guerra mundial. Haft sobrevivió a base de ganar combates de boxeo contra otros reclusos, donde el vencedor vivía otro día más y el perdedor era ejecutado. En Auschwitz, se ganó el favor de un capataz de las SS que vio potencial en él. Entonces le entrenó y le obligó a participar en 76 peleas mientras el capataz apostaba con el resto de guardias. Entonces se ganó el apodo del animal judío de Jaworzno. Lo único que mantenía en pie a Haft era la promesa que le había hecho a su pareja que volverían a verse cuando todo esto acabara. Al finalizar la guerra, Herschel emigró a Estados Unidos, donde tuvo una breve carrera como boxeador profesional. Al retirarse, formó una familia y abrió una verdulería/frutería en Brooklyn. Su hijo (Alan Scott) recopiló las vivencias de su padre y las publicó para que todo el mundo pudiera conocer su historia.
La película empieza justo en la penúltima derrota profesional de Harry Haft —el nombre americanizado con el que competía—. Douglas Crise y Barry Levinson construyen una curva dramática poderosísima a través del juego de saltos temporales, en los que se intercala pasado y presente con mucho atino, logrando que las dos narraciones principales avancen en paralelo de una manera lógica con sentido. Mientras tanto, detrás del telón, van construyendo el puente común que las unirá y que explotará por todo lo alto en un clímax final entristecedor y emotivo. Eso sí, siento que El superviviente de Auschwitz tiene una escena de más después del clímax.
El boxeo es el deporte que mejor se entiende y convive con el medio cinematográfico, esta no es una excepción y aquí, además, combina a la perfección con el drama bélico. Al ingenio aplicado en el montaje se le suma una gran el talento de su director, que muestra una gran eficacia a la hora de captar instantes llenos de sentimiento. Este no es uno de esos casos donde la propuesta visual busca un lucimiento propio efectista. Levinson sabe en todo momento qué es lo que requiere la narración, centrándose en encontrar el mejor sitio donde situar la cámara para captar la emoción necesaria.
Pero nada de esto estaría a tan alto nivel si no fuera por el magnífico papel protagónico que nos regala Ben Foster (Comanchería, El Mensajero). Vicky Krieps, Danny DeVito y Billy Magnussen también están fenomenales, pero él es quien carga con todo el peso actoral. Los elementos de dirección, interpretativos y fotográficos están al servicio de su actuación. Foster logra hacer desvanecer cualquier atisbo de su ego para que emerja un Harry Haft gigantesco.
Al salir de la sala tienes la sensación que has presenciado una muy buena película. Una que pertenece a ese pasado donde existían producciones medianas que gozaban de total libertad creativa, pero que hoy en día se encuentran en peligro de extinción.