4 Butacas de 5
En 2006, Sofia Coppola ponía patas arriba el Festival de Cannes estrenando en Sección Oficial María Antonieta, un peculiar biopic sobre la esposa del rey Luis XVI donde la directora de la brillante Las vírgenes suicidas se atrevía a romper cualquier convencionalismo al integrar música electrónica, pop, rock, techno y otros géneros modernos en una película cuya historia se sitúa en el siglo XVIII. En esta vuelta de tuerca al cine histórico, adaptación libre de la obra literaria Marie-Antoinette: The Journey de Antonia Fraser que traía consigo no pocas licencias históricas, se nos presentaba una Jeanne du Barry, encarnada por Asia Argento, que no contaba con un papel relevante en la trama pero que tampoco erraba en su misión de irritar al respetable. Caprichosa, maleducada y no muy inteligente, la cortesana convertida en la favorita de Luis XV era retratada por Coppola como una vulgar ramera, una persona extremadamente ambiciosa cuya única motivación vital era su propia codicia.
Diecisiete años después, el personaje regresó al festival francés para inaugurar su septuagésimo sexta edición y volver a incendiar la croisette (no tanto por lo que se ve en la película como por todos los condicionantes extracinematográficos que envolvían la vida personal de sus actores) con su propia película: Jeanne du Barry, film que, al igual que María Antonieta, nos presenta un drama de época con tintes cómicos, dejando a la postre un conjunto divertido e hipnótico para quien se deje atrapar por la propuesta desde sus primeros compases, plagado de datos tan interesantes para el espectador más neófito en la materia como abiertos al debate por parte del público ducho en temas de Historia y apabullantemente bello en su estética. Aquí Maïwenn (Mi amor, 2015), directora, co-guionista y actriz principal de la cinta que nos atañe, nos muestra el reverso amable del personaje visto en el filme de Sofia, presentándonos a Madame du Barry como una mujer que no renuncia a escalar posiciones en la alta sociedad francesa y que tampoco termina de habituarse a las formalidades que conlleva vivir en la corte, pero que no se priva de mostrar en público sus más sinceros y afectuosos sentimientos. La actriz de Alta tensión nos brinda una actuación simple y poliédrica al mismo tiempo, acompañada de un pétreo Johnny Depp que, lejos de los extravagantes personajes que ha interpretado en Hollywood en las últimas décadas, nos brinda un Luis XV comedido, algunas veces un tanto inexpresivo, pero siempre acertado en su papel de acompañante de Jeanne, la auténtica protagonista de la función.
Y si Jeanne du Barry funciona como el complemento perfecto de María Antonieta (en esta nueva cinta, la princesa austríaca tiene el mismo papel anecdótico que Du Barry tenía en aquella película, siendo aquí la antagonista de la obra en algunas escenas de su último tercio), mejor funciona como pieza individual que nada tiene que envidiar al largometraje de quien dirigiera Lost in translation. Así pues, Maïwenn ha aprovechado bien sus veinte millones de presupuesto y la posibilidad de rodar en el mismísimo Palacio de Versailles para obsequiarnos con un lujo de película, en todos los sentidos de la palabra. El encomiable trabajo de los equipos de vestuario, fotografía, diseño de producción, maquillaje y peluquería nos trasladan de lleno al siglo XVIII, introduciendo al espectador en el palacio más emblemático y haciendo que sea un miembro más de la comparsa del rey. Si a esto le añadimos un tempo que nunca busca un ritmo frenético pero que siempre se mantiene en su punto idóneo de interés, nos queda una obra cuasiperfecta en sus pretensiones cuya única pega que le podemos achacar es la falta de química entre los protagonistas en algunas secuencias. Por lo demás, podemos decir que Jeanne du Barry es un pastel digno de los mejores palacios.