2’5 Butacas de 5
Somos testigos de la etapa histórica en la que más fenómenos conjuntos y arriados por modas acontecen en los distintos ámbitos lúdicos, socioeconómicos y políticos, y el mundo del cine no podía ausentarse ante semejante corriente. En los últimos años, junto a películas de superhéroes, secuelas o adaptaciones de videojuegos, los grandes estudios han pautado una línea de actuación consistente en revivir a antiguos iconos musicales, deportivos, históricos o políticos a base de producir películas “biopics” sobre sus vidas o momentos específicos de ellas. Esta decisión suele deberse bien para desempolvar viejas fuentes de ingresos como pueden ser deportistas o “estrellas de la música” y seguir rentabilizando sus figuras, o bien por causa de la carestía de innovación y originalidad narrativa en el caso de personajes políticos o históricos. Al margen de estos dos detonantes, aparece un tercero y más interesante: la existencia de personajes históricos o artísticos cuyas vidas, aportaciones u obras artísticas poseen un gran potencial cinematográfico. El motivo por el cual estoy escribiendo esta crítica, Alma Mahler, La Pasión, pertenece en mayor medida a este último. Alma Mahler, compositora y esposa de uno de los grandes directores de orquesta y compositores de principios del siglo XX, Gustav Mahler, fue una mujer eclipsada por el carácter autoritario y absorbente, gran torrente artístico y creativo de su marido, al igual que por una sociedad recelosa de que una mujer se adentrase en los lares del terreno artístico. Estos prolegómenos presentan un gran aliciente para crear una buena historia alrededor y con un contenido enriquecedor e interesante a nivel cultural. A pesar de ello, la película perece a la hora de concretar su identidad.
Alma Mahler, La Pasión, como he comentado, pone sobre el tablero grandes alicientes narrativos para abordar una gran historia acerca del talento, la represión artística, la relación entre autores, cómo se origina el amor y la visión que tiene la sociedad del arte. El gran escollo que presenta y a la postre, su lastre, es a la hora de construir la narrativa interna, el tono y el ritmo. La película navega durante los 88 minutos entre una ambivalencia tonal de madurez y profundidad, y el melodrama pomposo, histriónico y artificioso. Esa falta de rumbo claro impide que se construya una película sólida y definida en aquellos momentos en que sí lo cumple -sobretodo cuando se abordan los temas troncales- debido a las partes amorosas que se encallan en esa dinámica melodramática. Acompañando al problema del tono, se añade la precipitación narrativa a la hora de abordar las tramas de forma acelerada e impidiendo conformar un clímax que asiente el contenido que se está narrando. Otro gran defecto del que adolece en muchas de las escenas es la casi ininterrumpida sucesión de planos distintos en una misma unidad narrativa con nulo valor cinematográfico, como por ejemplo el continuo uso del plano contraplano en una conversación cuando el cambio de plano no obedece a ninguna adición narrativa; la alternancia de planos, aunque se de en una misma escena, siempre debe producirse para proporcionar información extra al espectador acerca de lo que se está desarrollando y no únicamente para no alargar un plano en el tiempo bajo los estándares actuales de alta cadencia. Por último, una de las cosas que más se echan en falta es arrojo a la hora de abordar la dirección, lo que imprime por momento a la película una estética televisiva.
La película nos narra los acontecimientos posteriores -y con un breve interludio- a la muerte del compositor Gustav Mahler desde la perspectiva de su esposa, Alma Mahler, que deberá revertir el largo periplo en el que ha estado a la sombra de su marido. Alma, a través de sus dotes de seducción, irá adentrándose de forma incisiva en los círculos artísticos de la Viena de principios del siglo XX. En este periodo, conocerá a un pintor polémico y radical llamado Oskar Kokoschka provocando que su vida cambie de forma inexorable.
A pesar de sus errores reseñables, Alma Mahler, La Pasión, rompe en cierta medida con la tónica repetitiva y hollywoodiense de los biopic, ofreciendo un notable diseño de época y un prisma distinto desde el que abordar personajes históricos, a pesar de sus idas y venidas melodramáticas. Película muy recomendable a todos aquellos amantes del posromanticismo y de los biopic de época.