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Es curioso, significante, paradigmático y, en gran medida, desolador la absoluta absorción de las nociones de arte y artículos de masas -conocido popular y vulgarmente como entretenimiento- , dando como resultado la disolución de ambos conceptos y, lo que es más determinante, la capitulación en términos sociales del carácter artístico de ciertas obras. La sociedad moderna en su condena lleva su penitencia; el consumo y su estandarización, la preponderancia del dinero como único baremo estético, la inmediatez, la desaparición de alternativas culturales y morales han enquistado un problema de ya difícil solución: el desarrollo artístico, en este caso, cinematográfico. A pesar de ello y con unos costes de estigma social imponderables, algunos autores indómitos y valerosos han contrapuesto a este modelo de civilización, el carácter de la contemplación, el humanismo, la cotidianidad; el lenguaje de las miradas, los silencios y los espacios frente al lenguaje de la vacuidad, el ruido y las explosiones. Hong Sang-soo es un magnífico ejemplo de ello. El uso de la carestía, el ascetismo y la pobreza son su estandarte bressoniano en su cruzada y demostración de que el arte es simple en sus medios, complejo en su semiología y forma, y trascendental en su mensaje. En Lo Alto es una oda romántica al arte del cine y de la vida.
La cinematografía de Hong Sang-soo es ya por todos conocida. No pretende sorprender a nadie. Su sobriedad, su esteticismo y formalismo en su dirección en una de sus señas de identidad. En este filme, en el que la trama se presenta y desarrolla en unos siete espacios distintos, el cineasta coreano, mediante planos estáticos y movimientos de cámara sutiles y milimétricamente calculados, nos sumerge de forma maestra en un contexto familiar, que mediante un pretexto de padre-hija, se aborda la disyuntiva y contradictoria identidad del hombre en sus diferentes ambientes sociales, la intrínseca relación entre arte y consunción, la confusión entre dinero y arte y su problemática convivencia, la restricción impuesta desde determinadas élites a la creatividad artística y el complejo proceso de modelación del arte. Hong Sang-soo es de los pocos cineastas de la actualidad que sea capaz de “enmascarar” su virtuosismo técnico y narrativo a base de planos fijos, dilatadas escenas de diálogo y aplanamiento de la imagen. El uso del plano fijo en este filme guarda relevancia, de manera especial y reseñable, en aquellas escenas donde los personajes -siempre dos o tres- están encuadrados de forma aparentemente simétrica, pero ligeramente desvencijados por elementos dentro del plano como mesas u otros objetos que indican distintos estados emocionales y, por tanto, las distintas relaciones de superioridad/inferioridad en el diálogo/situación. Esto se conjunta extraordinariamente con largos diálogos que ofrecen representaciones de una cotidianidad filmada con una objetividad que solo el ojo de la cámara puede otorgarnos, un retrato fehacientemente construido de la vida. Por último, la utilización de una lente que reduce el campo focal, es decir, un aplanamiento de la imagen, reduce el marco en el que discurre la acción, encapsulando a los personajes y a la narrativa en un microcosmos hermético al margen de la realidad confusa y masificada; este es el contrapunto que propone Hong Sang-soo: espacios reducidos y silencios frente al macroentorno de la polis.
En Lo Alto nos presenta la historia de un director reputado de cine coreano y su hija, que con la finalidad de que ella se forme en el arte del interiorismo, visitan a una amiga de él, diseñadora de interiores y propietaria de un bloque de apartamentos, para que consiga admitirla como aprendiz. La trama se irá desencaminando a lo largo de las distintas plantas del edificio y con los consiguientes saltos de tiempo que irán desenmarañando este relato familiar y humano.
Hong Sang-soo nos regala uno de los mejores filmes del año estrenados en España. Un regalo para todos aquellos amantes del cine y del virtuosismo, residual en tiempos de blockbusters y grandes eventos de masas. Les conmino a asistir a partir del 25 de agosto a sus salas de cine para degustar del último modesto poema de uno de los grandes maestros del cine actual.