3 Butacas de 5
“Caminante, no hay camino, se hace camino al andar“. Harold podría seguir los pasos del poema de Antonio Machado sin darse cuenta, ya que todo lo que hace durante la película es un acto impulsivo y sentimental. El acto de colocar un pie tras otro cambiará su futuro, su forma de ver la vida y cómo los demás piensan de él. Es un amable viaje iniciático que rompe con su antiguo yo y que ni él mismo sabe hacia dónde lo lleva. El concepto de cambio realmente llegará, pero no de la manera que todos esperamos. Pero volvamos al principio, no quiero adelantarme.
Harold Fry es un jubilado que lleva una vida monótona junto a su esposa en un pequeño pueblo del sur de Inglaterra. Una mañana recibe una carta que hará que su estatus se tambalee: una antigua amiga le escribe desde la otra punta del país a modo de despedida, revelando que está gravemente enferma. Sin pensarlo dos veces, Harold sale a responder la misiva, partiendo sin más y alejándose cada vez más de su casa sin decirle nada a su esposa.
El leitmotiv de la historia comienza cuando una dependienta le da a Harold un mensaje inspirador. En ese momento, se da cuenta de que quiere y necesita ver a su amiga enferma. Llama por teléfono y le promete que irá a verla en persona, animándola a resistir y no desfallecer, a tener fe en él a pesar de su estado terminal. La cinta no pierde un solo segundo y nos presenta de manera ingenua un peregrinaje hacia el amor y la vida, sin basarse en la razón ni en aspectos religiosos. Si cumple su misión, ella vivirá.
Por lo tanto, acompañaremos a Harold a una caminata kilométrica que le llevará meses, mientras se enfrenta a lo imposible, desafiando toda lógica. Aunque en países como Inglaterra este tipo de historias pueden resultar innovadoras, en España, por ejemplo, con el Camino de Santiago y las promesas de la Semana Santa, no nos sorprende tanto la idea de la expiación y las misiones con objetivos aparentemente imposibles. Me viene a la mente la película “The Way” con Martin Sheen, en la que también se embarca en una caminata similar rumbo a la catedral de Santiago.
Un mensaje muy bonito, aunque quizás al naif, que se vuelve más duro en su tercio final, donde Harold se convierte en un faro (o tendencia) que guía a sus propios seguidores, en línea con cierta trama de Forrest Gump. Esta parte no es la más interesante, pero destaca por mostrar diferentes tipos de personajes y paisajes ingleses que inspiran a Harold y le plantean desafíos. Cada etapa del viaje presenta pendientes distintas.
Al ser una historia íntima, el enfoque se centra en la pareja protagonista, formada por los veteranos Jim Broadbent y Penelope Wilton, quienes ofrecen una sinceridad abrumadora. A mi parecer, Wilton es el personaje más complejo, ya que Harold tiene un objetivo muy claro en mente. Pero, ¿qué ha sentido su esposa al ver cómo Harold se aleja de ella? ¿La amiga enferma es un interés amoroso para él? Estas preguntas sacan a la luz problemas no resueltos de su pasado que se resolverán en una poderosa escena final. Tal vez como crítica, la cineasta se ve totalmente cautivada por la mirada de Broadbent, dejando demasiado espacio para que exagere ciertos aspectos del protagonista.
En resumen, tenemos una película emotiva y sentimental, con pocos pero bien desarrollados personajes. Es una road movie bien intencionada con un mensaje menos edulcorado de lo que parece a simple vista. Recomendada para levantar el ánimo en un mal día, siempre y cuando no seas un cínico.