3’5 Butacas de 5
La honestidad de los animales va mucho más allá de la compañía diaria que nos ofrecen. Se establecen unos lazos con ellos en los que el amor, la comprensión, la sinceridad y la fidelidad trascienden sobre una relación que cruza los límites del cariño. Son seres vivos que incluso en los peores momentos de nuestras vidas demuestran una pureza y empatía que no solamente sana las heridas, cura el alma más dolorida.
‘El Zorro’ de Adrian Goiginger no es simplemente la historia real de su bisabuelo, es el canto a la amistad más pura y hermosa que puede establecerse en nuestras vidas. La de dos seres solitarios, necesitados de amor y compañía, y que durante las peores pesadillas que se producen en el mundo deben luchar el uno por el otro.
El soldado Franz Streitberger es un mensajero del tercer Reich durante la Segunda Guerra Mundial. Un día, justo antes de un ataque a los aliados, Franz encuentra un cachorro de zorro malherido al que decide cuidar, ofreciéndole el calor del hogar que a él siempre le faltó en su infancia. El zorro se convierte desde ese momento en su mejor amigo y aunque en cualquier momento podría escapar, permanece fiel acompañando al soldado durante gran parte de la guerra. Hasta que en 1941 Franz tiene un nuevo destino: el frente ruso.
Una historia que penetra en el corazón mediante la belleza más pura y el cariño más honesto entre el ser humano y los animales. La película dibuja una narrativa llena de emociones con el dolor de la guerra como contexto. Soledad, cariño, ternura y la inseguridad del momento por el que atraviesan los protagonistas. Una tensión que no abandona el metraje en ningún momento y que se presenta con una fuerza dolorosa desde el principio.
Un juego de espejos entre el zorro y Franz con el que el espectador viajará de inicio a fin. El trasfondo del pavor nazi, el abandono familiar y la ausencia de amor en el mundo de los hombres son la cuerda sobre la que los dos protagonistas tratan de entenderse, madurar y salir al paso en las dos horas de metraje.
De una belleza sobrecogedora y un dramatismo lleno de turbulencias, el largometraje no escatima en recursos emocionales para traspasar la pantalla. Minimalista en muchos momentos, son sus silencios y los espacios los que permiten hablar al dolor de sus protagonistas en una historia real tan hermosa como sincera.