3’5 Butacas de 5
A lo largo de su carrera como actriz, Jennifer Lawrence nos ha acostumbrado a numerosos papeles en dramas oscuros donde encarnaba, principalmente, a mujeres poderosas. Su participación en géneros como el thriller, la acción, el suspense e incluso el cine más autoral ha marcado todo su crecimiento como actriz. A sus 32 años y con las ideas bien claras, presenta Sin malos rollos, una comedia romántica desenfadada en la que da vida a una protagonista un tanto desastre que trata de sobrevivir y es capaz de agarrarse a cualquier clavo ardiendo para conseguirlo.
La actriz estadounidense no solo es la protagonista de la película, sino que también participa a través de la producción. No es raro ver como los actores de Hollywood se dejan caer en roles más autoritarios para que la rentabilidad del producto no recaiga únicamente en sus derechos de imagen. Sin malos rollos es una comedia romántica de “librillo” cuyo gran fuerte es saber jugar y divertirse con los convencionalismos propios del género.
La película no está exenta de lugares comunes, clichés y secuencias que hemos visto una y otra vez, sin embargo, consigue conjugar todo esto sin problema a través de un guion muy bien escrito y con las cosas muy claras desde el principio. Maddie está a punto de perder su casa cuando, tras ver un anuncio en internet, decide ayudar a unos padres convencidos de que lo que necesita su hijo antes de acudir a la universidad es que alguien o desvirgue. Una premisa a la altura de una de las creaciones de la increíble mente de Nathan Fielder.
Jennifer Lawrence disfruta del papel y eso se nota, el resto del reparto cumple con o prometido. Sin malos rollos es una comedia romántica muy disfrutable y que sacará la sonrisa de más de uno. Brilla en su puesta en escena y en unos diálogos muy efectivos y algo punzantes. La película se desinfla cuando se adentra en alguno de los temas sociales que sobrevuelan la cinta y brilla cuando se vuelve gamberra.