2 Butacas de 5
El sabor de las cosas simples, dirigida por Slony Sow y protagonizada por Gérard Depardieu, es una de las últimas propuestas del cine francés para tratar de convencernos de que su cocina es mejor que la nuestra… Pero, tras llegar a nuestras salas este 2 de junio, son más los argumentos en su contra que los favorables.
Y eso que, en teoría, la historia es atractiva: el chef más premiado de Francia, en la cúspide de su carrera, es un hombre desgraciado al apagarse los fogones y llegar a un hogar sin calidez, donde le espera una mujer que a su vez es la amante del crítico al que le debe buena parte de su éxito. Tras sufrir un ataque cardiaco y salvar la vida milagrosamente, decide volver a los orígenes y acude hasta Japón para conocer el secreto de un cocinero que, varias décadas atrás, le ganó un concurso con un simple plato de ramen.
Sin embargo, lo que sigue a esa sugerente propuesta es una sucesión de interacciones sin alma. Nos tratan de mostrar el camino hacia la pasión y el amor de quien aparentemente lo tiene todo y, en el fondo, se sabe vacío. Pero ese loable objetivo, sin emoción, sin interpelarnos de un modo auténtico, se queda en prácticamente un desierto sin frutos.
Las historias paralelas que complementan la película, protagonizadas por los dos hijos del chef, siguen la mista estela. Las cosas parecen ocurrir porque sí y ni siquiera se entra en el campo del surrealismo o la ironía, que podría marcar al fin y al cabo un estilo propio y original. Simplemente, acaecen sin sentido y sin tocarnos por dentro.
En definitiva, estamos ante un film desestructurado e incapaz de arrancarnos una sonrisa o un mínimo estremecimiento. Lo simple es casi siempre un acierto, pero el título de la película nos oculta, más que la sencillez, una receta sosa.