3 Butacas de 5
Una mujer sufriendo de un avanzado cáncer toma una decisión repentina: sin querer buscar alternativas para tratarse, deja a su pareja y de un día para otro vuelve a su casa natal en Vieques, Puerto Rico. Así inicia La Pecera de Glorimar Marrero Sánchez, un estudio de personaje que aborda algo espinoso como es una enfermedad terminal sin suavizarlo, exponiendo su parte fea y dolorosa, pero con cierta distancia.
No es que no empaticemos con Noelia. Es una mujer joven que seguramente no esperaba esto para su vida y su testarudez es comprensible si no completamente justificada. La película explora varios temas: aquella autonomía que tenemos sobre nuestros propios cuerpos y destinos, la negación ante una segura sentencia de muerte, la necesidad de los otros como cuidadores, la parálisis frente a las situaciones difíciles. Todo lo que hace que su protagonista busque consuelo bajo el agua, en una bañera, o en una pecera, quizás metáforas del vientre materno en el que se refugia al volver al lugar donde creció.
La relación con su madre es cercana y natural, ambas mujeres se esconden cosas y no se cuentan todo, pero se quieren y se apoyan en lo que importa. Noelia no tiene por qué develar su estado de salud y su madre no da mayores explicaciones sobre su peligroso hobby: erradicar la isla de los residuos militares que dejó allí la marina estadounidense.
Noelia, por mientras, ignora llamadas de su novio y se reencuentra con amigos, ignorando un estado de salud cada vez más deplorable. Y estos padecimientos, que están mostrados, pero lamentablemente se sienten poco profundizados, se empiezan a cruzar con otra arista que también habría sido interesante de aclarar un poco más: la ocupación norteamericana en el territorio puertorriqueño.
Si es que el cáncer es una metáfora de la colonización, es algo que es demasiado ambiguo como para que se haga la conexión naturalmente. Y ese es lamentablemente el problema de La Pecera en varios aspectos. Es un drama bien fotografiado, bien actuado y bienintencionado pero que se siente frío y poco memorable. Aun presentando situaciones muy específicas y personajes humanos, pareciera faltarle dar un paso más, un apretón en la dirección que permitiera seguir más de cerca los pulsos emocionales que nos harían terminar de involucrarnos como audiencia. Una obra que arriesga quedar en el olvido, a pesar de lo bien cuidada, sutil, relevante y respetuosa, y de su destacable actuación protagónica.