4 Butacas de 5
La nueva película del guionista y director japonés Kôji Fukada nos presenta reflexiones interesantes sobre el amor, la tragedia y el drama y consigue hacerlo mediante unos personajes con los que es fácil conectar y sentirse identificado. Es un drama con un ritmo pausado, con inesperados tintes de comedia y con una trama que intencionadamente da giros como la vida misma.
Todas las escenas tienen subtexto sencillo y fácil de entender, pero que hace que la película presente una riqueza temática en todo momento. La sencillez del mismo hace a la historia y a la premisa temática cercanas. Y esto se consigue en parte gracias a un tono dramática en todo momento equilibrado, que llega a rozar en ocasiones lo cómico.
Los conflictos se introducen, desarrollan y resuelven lentamente y, aunque construyan un ritmo adecuadamente ascendente, el avance de la trama podrá resultar lento a algunos espectadores. De la misma manera, los diálogos en lengua de signos (uno de los personajes es sordo) ofrecen la oportunidad de una lectura más pausada del desarrollo de los personajes, pero también ralentizan la historia y pueden llegar a sentirse por momentos aburridos. Aunque la película sabe cómo emplearlos en los momentos de mayor intensidad dramática para rebajar el tono serio de los mismos.
Presenta una moraleja diferente para ser una película dramática, ya que reflexiona sobre la naturaleza y el impacto del propio drama en la vida diaria. De forma delirante e inesperada, durante el clímax de la trama la película parece reírse de sí misma. El personaje principal ha hecho las locuras por amor que se supone que hacen las protagonistas de las películas, pero su historia no ha acabado tan bien como esperaba y no le queda otra que tomarse su viaje a broma. A través de un baile simbólico de la protagonista bajo la lluvia, de espaldas a la cámara, en una misma escena se recogen de manera magistral los clímax de la trama, del arco de transformación del personaje y de la exploración de los temas de la película.
Es emocionante y sincera, está cargada de símbolos y dirigida meticulosamente, tiene una trama pausada y coherente, un desarrollo complejo de personajes y una premisa temática cercana que reflexiona sobre la naturaleza del amor, del drama y la tragedia. Lo más interesante es que hace un buen trabajo imitando el drama de la vida real, que suele ser escueto y poco significativo, y nos recuerda con gracia que no debemos dramatizar demasiado nuestras vidas, al menos no al nivel en el que lo hacen las películas.