4 Butacas de 5
François Ozon se arriesga al tratar de forma cómica, irónica y burlesca una historia de crimen y de lucha social por los derechos de las mujeres, y el resultado es bueno. Es encantadora y exhibe una premisa temática ridículamente seria, una película muy fácil de ver que te dejará con una sonrisa en la cara y te hará reflexionar a la vez.
Ambientada en Francia en los años 30, la trama de la historia parte de un planteamiento ridículo y mantiene un tono excéntrico con carácter cómico y ligero hasta el final. Parte de su atractivo reside en este diferente acercamiento tan desenfadado que hace a hechos tan crudos como lo son el asesinato o el fraude. El tipo de género es nada dramático y puramente cómico, algo que no se suele ver en este tipo de historias o que, al menos, no se suele desempeñar con tal soltura como en este caso.
La ambientación en una época pasada acentúa dicho tono excéntrico hábilmente en cuanto a que sitúa la historia en un contexto social poco cercano al espectador en el que, a pesar de que las motivaciones de los personajes sean completamente contemporáneas, el acercamiento a los conflictos era muy diferente. Ayudan a construir este contexto unos diálogos y situaciones al puro estilo teatral, que presentan una extravagancia que recuerda a aquellos de las comedias clásicas de Hollywood. También lo hacen unas actuaciones excelentes por parte de un diverso elenco que sabe cómo acercarse a situaciones dramáticas de una forma jocosa y poco convencional.
La película se atreve a plantear personajes femeninos que se apropian indebidamente de un discurso feminista y lo mejor es que consigue hacerlo en una clave puramente cómica, sin dramatizar y exponiendo una genuina reflexión sobre la frágil corrupción moral de la sociedad. Un gran ejemplo de cómo tratar cuestiones serias con poca seriedad y a la vez con respeto, y de por qué este tipo de tratamiento puede ser beneficioso para reavivar en el cine ciertos debates sociales.