3’5 Butacas de 5
La segunda película escrita y dirigida por Lotfy Nathan hace un crudo retrato de la actual situación precaria de la sociedad de Túnez, poniendo el foco en un joven que es desgastado por su entorno hasta la muerte. Un buen relato intimista gracias a sus seductoras técnicas narrativas y en el que destaca la hermosa presencia del actor protagonista Adam Bessa.
A pesar de la crudeza de la realidad que nos presenta, la historia es contada con un tono mágico e infantilizado, como si se tratase de un cuento. Esto se da gracias a la fotografía, la música y, sobre todo, a la narración desde el punto de vista de la hermana pequeña del protagonista. La niña narra la película como si fuese literatura y no como la cruda realidad que tanto ella como su hermano están viviendo. De esta forma, consigue alienar a su hermano del relato y a nosotros los espectadores nos permite ver su historia como la de un marginado del que es más fácil compadecerse.
Esto último ayuda a plasmar el conflicto interno del protagonista: un chico que se siente alienado del mundo, de su familia a la cual no se siente merecedor de pertenecer, de la sociedad que le ha dado la espalda y que ni siquiera mira cómo se suicida. El desarrollo emocional del personaje es el aquí el gran protagonista, ver cómo se va convirtiendo en una persona cada vez más pesimista y cómo poco a poco se consume. Se explora así el origen más profundo de la precariedad en lugar de limitarse a enseñar sus consecuencias de manera melodramática.
Es una pena que al final la película no llegue a explotar del todo sus recursos más interesantes. La narración infantilizada o la fotografía mágica e intimista, aunque bien empleadas en un principio, con el paso de los minutos van perdiendo más y más relevancia narrativa, perdiéndose así parte de la empatía hacia al protagonista y desembocando en un final más predecible que impactante. Su principal problema es este mismo, que pretende ser emocionalmente impactante y no lo consigue del todo. Pero, a pesar de sus limitaciones, la película sí consigue convertirse en un relato que, aunque rebosa intimidad, funciona como reivindicación de una lucha mucho más amplia que la de un solo individuo.