Solo un año después de estrenar la comedia romántica I love America en Amazon Prime video, la cineasta Lisa Azuelos vuelve a la pantalla (en esta ocasión, a la grande) con La habitación de las maravillas (La chambre des merveilles), un drama maternofilial que a buen seguro encandilará al espectador que desee emocionarse mientras aprende una gran lección de vida.
Cuando leemos el nombre de Lisa Azuelos en el cartel de una película, sabemos que lo que nos vamos a encontrar cuando la visualicemos va a conseguir (o al menos intentar) la empatía del espectador. Y es que la artista francesa, ya sea en la realización (Reencontrar el amor) o en la guionización (Una semana en Córcega), es una experta a la hora de diseccionar el alma humana y lograr en cada una de sus cintas que el respetable conecte con alguno de sus personajes. Así lo atestigua su faz más romántica con los títulos mencionados o su lado más maternal, engrosando el título que nos ocupa la lista de películas donde Azuelos habla sobre la conexión entre madres e hijos. Así pues, La habitación de las maravillas se úne a filmes como LOL, Bienvenido al mundo de LOL o Mi niña para contarnos la historia de Thelma (Alexandra Lamy), quien, tras el accidente de tráfico que deja a su hijo en coma, decide adentrarse en la mayor aventura de su vida: completar las “10 cosas que hay que hacer antes del fin del mundo” que su hijo había dejado escritas en su cuaderno antes del atropello. De esta manera, la veremos viajar hasta Japón para conseguir el autógrafo de un misterioso y escurridizo mangaka de paradero desconocido, nadar con las ballenas en una isla de Portugal, pintar un graffiti en las paredes de un ministerio o descender una peligrosa carretera en monopatín. Thelma se siente más viva que nunca mientras su jovencísimo hijo se encuentra en el umbral entre la vida y la muerte. La vitalidad de la adolescencia y el asentamiento de la madurez se intercambian en este relato sobre el eterno e irrompible vínculo que existe entre una madre y su retoño, la magia que encierra la vida hasta en los momentos más trágicos, y el halo sobrenatural que envuelve el destino de las personas y el papel que cada uno de nosotros tenemos en la consecución de este . Aquí, como en cualquier travesía, lo importante no es el destino, sino los pequeños milagros que van sucediendo en el camino.
Tal vez no estemos ante un filme técnicamente portentoso; tampoco lo busca ni lo necesita a pesar de contar con algunas escenas visualmente bellas (sobre todo los planos relacionados con la naturaleza -difícil de olvidar la majestuosidad de las ballenas que aquí vemos-), pues la gran virtud de Azuelos nunca ha sido el despliegue técnico-estético de sus películas, sino el valor humano de sus historias (aunque aquí el guion recae en las figuras de Juliette Sales y Fabien Suarez, que se basan en la novela de Julien Sandrel). Una vez más, la directora de Dalida consigue edificar un sólido conjunto a partir de diferentes microrrelatos que empastan a la perfección para dejar un poso imborrable en la psique y el corazón del público. Este viaje emocional y espiritual, del personaje protagonista y del espectador, es un canto a la vida, al amor y a las madres que no dejará indiferente a todo aquel que decida embarcarse en esta aventura.