3’5 Butacas de 5
Hubo un tiempo en el que el periódico de una ciudad podía conseguir influir realmente en la vida de sus ciudadanos. Y es que, si estaba en las manos adecuadas, en determinados momentos de crisis, cuando eran ellos o nadie, los periodistas afrontaban el reto de arriesgarse a destapar hasta la corrupción de las élites. El precio que se pagaba era alto, por supuesto, pero no tan imposible como en la actualidad, cuando los gigantes no son molinos de viento, sino intereses empresariales que disponen de todo a su antojo.
Ese tiempo tan fascinante es el que nos narra Matt Ruskin en El estrangulador de Boston, película estadounidense que se puede ver en Disney+ y que está protagonizada por una Keira Knightley deslumbrante, secundada por una no menos estelar Carrie Coon.
Basada en hechos reales, nos adentra en el fascinante Boston de los años 60. En pleno dominio de un machismo incuestionable y vivido con toda naturalidad, que dos mujeres hicieran temblar los cimientos de la urbe al decidirse a rastrear los pasos de un asesino en serie, yendo siempre diez pasos por delante de una policía de la que los poderosos hacían ver que “se están dejando la piel”, era historia vida. Que esas mujeres tuvieran que pagar primero un alto precio en sus hogares por salirse del rol que se les había asignado al nacer para ser amas de casa, era el obvio (y triste) precio a pagar.
Cabe resaltar la actuación de Keira Knightley,que,fiel a su ya longeva carrera, atrapa al espectador con su estilo contenido y sin necesidad de alardes. Es la misma mujer que, como en Expiación o en Begin again, te hace ver que esconde un poderoso universo interior y que solo lo muestra abriendo la marmita del misterio a base de fogonazos, siempre con su leve sonrisa sugerente.
Por poner un, pero a la cinta, tal vez habría que decir que en algún momento es algo oscura la trama para desentrañar la sucesión de los asesinatos, sobre todo al final. Pero es evidente que el fin del director, más allá del trasunto detectivesco, es centrar la mirada en la batalla que debieron afrontar nuestras pioneras por ser tomadas en serio. Por las élites de Boston, pero también por sus propias familias.