2’5 Butacas de 5
La nueva comedia dramática francesa nos presenta a un grupo de amigos rondando los cincuenta y a sus parejas, reunidos un fin de semana en una retirada casa de la campiña francesa. Explorando vagamente temas como la amistad, el amor y la lealtad en amistades longevas, la película es tan sencilla como suena. Una comedia dramática que no llega a ser ni demasiado cómica ni demasiado dramática.
La película está construida en torno a exposiciones, resoluciones y tiempos de reflexión referentes a diferentes enredos y conflictos entre los personajes. Y son conflictos que, además de ser simples, también se discuten de forma simple y escueta, que dejan poco pie a una reflexión posterior. Nadie espera que cada comedia dramática le presente el drama de su vida, pero sí que le plantee al menos alguna reflexión, o en su defecto le entretenga o le haga reír, ¡algo que Champagne! no consigue hacer con la suficiente destreza aun proponiéndoselo.
Tampoco se aprovecha la oportunidad de tratar al viñedo o al champagne como símbolos temáticos, a pesar de que en un principio parece que así va a ser. No hay símbolos en general, tan solo una comparación recurrente del estado emocional de los personajes con el tiempo meteorológico, recurso que aparece en pantalla junto a una paloma blanca y que resulta poco imaginativo, poco estético y que en absoluto aporta narratividad.
Aunque le cueste resolver algunas de las escenas más dramáticas, los personajes sí están bien caracterizados. Teniendo en cuenta la dificultad de contar con un elenco tan amplio, los personajes son carismáticos y claramente diferentes entre sí, los diálogos fluyen con soltura y por momentos te ríes y empatizas junto al grupo de amigos. En parte gracias a Elsa Zylberstein, cuya actuación ayuda a trabajar y sostener la construcción dramática de la historia, y a Stéphane De Groodt y Eric Elmosnino y su divertida dinámica tanto cómica como emocional.
Es, en resumen, una película tristemente realista, poco atractiva y sin demasiada personalidad, igual de entretenida que cualquier reunión de amigos adultos en la vida real. No tiene fallos evidentes, pero tampoco llama la atención casi en ningún aspecto. Si además tenemos en cuenta que su público objetivo es muy limitado, matrimonios burgueses de mediana edad, cuesta pensar quién podría realmente disfrutar de esta película. Incluso dicho público elegiría probablemente otro tipo de cine.