2 Butacas de 5
Coppelia se distingue como un estreno singular en la cartelera actual, una película de danza sin diálogo que se propone modernizar el baile clásico Coppelia. La historia de 1870 se contaba a través del ballet y circulaba en torno a la figura de una muñeca que cobraba vida. Aquí es más o menos parecido, con un doctor Coppelius que es un cirujano cosmético que arremete contra un pueblo idílico con la promesa de transformar a sus habitantes.
El look de los sets que constituyen el pueblo es un decorado acartonado y luminoso, no sin encanto, que sirve como plataforma para desplegar los bailes que componen secuencias de acercamiento romántico, enfrentamiento o simple distensión. La historia no es tan importante, sino que fija el pretexto necesario para justificar la danza e introducir personajes, por lo que lo excesivamente predecible de la trama no se vuelve necesariamente un problema, ya que Coppelia entiende –al menos la mayor parte del tiempo– que no es su punto fuerte.
Así, la cinta avanza con una inocencia casi infantil, que desafía a quien no forma parte de su quizás estrecho público objetivo. Es una película que convoca principalmente a fanáticos del arte que aquí se muestra y en ese apartado es un acierto, con bailarines carismáticos y expertos que logran desplegar su talento a pesar de que el concepto y ejecución de la película sea a veces un poco ridículo o exagerado.
Así que es una mezcla que el espectador ya sabe de antemano si logrará disfrutar. Las coreografías están logradas, el CGI es mediocre, la historia irrelevante y el pueblo y el arte tienen su ternura, dejando a Coppelia en la categoría de curiosidad interesante o intento bienintencionado, que difícilmente captará nuevos adeptos pero que le otorgará a quienes van a verla exactamente lo que buscan.