2´5 Butacas sobre 5
Las adaptaciones literarias son uno de los grandes instrumentos del cine estadounidense para conseguir con su producción. Sin embargo, eso no quiere decir que dentro de nuestras fronteras no se haya adaptado ningún libro popular a la gran pantalla. En nuestro país, hemos tenido adaptaciones para todos los gustos y colores: desde el género más romántico con Tres metros sobre el cielo hasta la aclamada El espíritu de la colmena, basada en la popular novela de Camilo José Cela. Pero, por desgracia, no todas llegan a un nivel de excelencia notable, y ese es el caso de El silencio de la ciudad blanca.
En El silencio de la ciudad blanca, la historia nos traslada a Vitoria, donde Unai López y su compañera Estíbaliz, dos inspectores de policía, tendrán que investigar el macabro asesinato de dos jóvenes de 20 años. Pero esto no es lo más curioso de este homicidio, sino que la escena del crimen era una réplica exacta de unos asesinatos llevados a cabo en la ciudad hace 20 años. Con la ayuda de Alba, la nueva subcomisaria de la policía, los tres tendrán que descubrir la identidad de este psicópata antes de que sea demasiado tarde. Puede parecer una sinopsis bastante sencilla y sin ningún tipo de trampa, pero detrás de estas líneas hay una cantidad de tramas sin resolver y agujeros incuestionables.
La película dirigida por Daniel Calparsoro es una adaptación del famoso libro de Eva García Sáenz de Urturi, con el que se inicio la conocida trilogía de la Ciudad Blanca. Es por esto por lo que parece que la película debería de tener la obligación de estar a la altura de un libro tan popular y con tantos fans como es este. Sin embargo, El silencio de la ciudad blanca no consigue estar a la altura de su material original. Cuando adaptas un libro es muy complicado elegir qué incluyes y qué desechas, pero la cinta acaba resultando más un popurrí de distintas tramas de las novelas incluidas con calzador y a mogollón dentro del metraje, todas ellas sin una evolución y resolución clara y concreta.
Quitando el hecho irrefutable de que esta película es una adaptación bastante regular de la novela, no cabe ninguna duda de que es una cinta entretenida. El silencio de la ciudad blanca es una película que te absorbe, atrayente, con la que estarás especulando todos sus 110 minutos de duración. Desde el primer momento que Calparsoro te mete en la acción, en ese ambiente y en esa ciudad tan preciosa como es Vitoria, entras en la película y en su misteriosa aura. Para bien o para mal, estarás teorizando y haciendo especulaciones toda la película, en parte gracias a cómo maneja la tensión en ciertos momentos y su juego de identidades.
Sinceramente, lo que más me fastidia con respecto a la película es el material de origen, un material completamente desaprovechado a la hora de pasar el libro al lenguaje cinematográfico, creando una cinta que parece más una sucesión de momentos inconexos que hacen que el espectador pierda el hilo de la trama. De esto tiene culpa, casi por completo, el guion, que lucha en todo momento por mantener la tensión y el misterio, sin prestarle atención a las tramas que terminan abiertas y a unos personajes que no están bien perfilados y creados.
El apartado técnico es otro cantar. A pesar de que Calparsoro comete ciertos fallos a la hora de manejar la cámara, dejando al descubierto ciertos errores, no se puede negar que El silencio de la ciudad blanca tiene una factura técnica y un talento incuestionable. En concreto, la fotografía de Josu Inchaustegui es una maravilla y un placer para los ojos, al igual que la música de Fernando Velázquez. Algunos de los planos de la cinta podrían estar expuestos en un museo, al igual que ciertas escenas, que son de una calidad artística tremenda. Cuidado con los Goya técnicos, que esta película viene con mucha fuerza.
Dentro del reparto, todos parecen estar a un nivel más o menos igualitario. Javier Rey y Aura Garrido hacen interpretaciones solventes y aceptables dentro del marco de la película, a pesar de no ser perfectas y en algún momento parecer insuficientes. Por otro lado, Belén Rueda vuelve a la gran pantalla con un papel reciclado de algunas de sus películas anteriores, interpretando (sobresalientemente, todo hay que decirlo) a la típica mujer misteriosa que atormentará a los protagonistas de la cinta. Por último, hay que destacar los trabajos de Manolo Solo y Alex Brendemühl, ya que ambos realizan interpretaciones soberbias y a un nivel bastante superior que el de sus compañeros de reparto. Bravo por ellos.
En conclusión, El silencio de la ciudad blanca es una película fallida y desaprovechada, a pesar de tener un material de origen potente y muy interesante, que podría haber dado para más secuelas. La cinta dirigida por Daniel Calparsoro no es una buena adaptación de la famosa novela, pero sí es un gran ejemplo de entretenimiento y calidad técnica, gracias a una fotografía y una música que destacan por encima de lo demás. Manolo Solo y Alex Brendemühl son los MVP de esta película, cuyo resto del reparto no está a la altura de las expectativas, aunque sí son solventes en su trabajo.