4 Butacas de 5
Esta ha sido mi primera vez… viendo una película de Ruben Östlund (a ver qué estabais pensando, mal pensados). Pero como ocurre con las primeras veces, estas no se olvidan. Pueden ser buenas o malas, pero no se olvidan.
Yo tengo claro que NO olvidaré esta película.
Precisamente por ello, me cuesta articular en palabras esta crítica, así que lo haré mejor que pueda.
Voy a comenzar por el principio, o, mejor dicho, por lo que creo que trata el principio: la banalidad. Y lo hace narrando una historia de una pareja de modelos e influencers con problemas en su relación por sus ideas y sentimentalismos. Östlund refleja muy bien esta primera cúspide de su triángulo con unas situaciones y diálogos de besugos delirantes, bañadas en una fotografía oscura que da más densidad a la escena, y por tanto, más incomodidad.
El segundo acto, o segunda cúspide del film está ambientada en un yate de lujo. Y en un yate de lujo, lo que hay que hacer es lucir. El director luce aquí a sus personajes más locos y extraños, dignos de cualquier ocurrencia de José Luis Cuerda, y los combina haciendo un cocktail de receta propia cuyo sabor es una de las secuencias más desternillantes que yo haya visto nunca en una pantalla de cine.
Dicha secuencia recuerda a ciertos sketches de Padre de Familia, de Little Britain, o, bien mirado, de El Quijote. Y seguro que cuenta entre sus influencias a Jacques Tati o a Terry Gilliam. Pero la intención es rebajar a sus personajes a la altura del betún. ¿Qué nos trata de mostrar aquí el cineasta sueco? Quizá… ¿la absurdez?
El tercer acto, la última cúspide que cierra este triángulo, es un giro de tuerca de todos los acontecimientos. Es en este momento cuando el director reflexiona sobre la banalidad y la absurdez de todo lo mostrado anteriormente, y nos muestra sus posibles consecuencias en una paradisiaca isla. Y aquí es donde creo que trata la tristeza.
La tristeza de este mensaje bastante pesimista: da igual que demos la vuelta a las cosas, seremos los mismos idiotas de siempre. Y la comedia de situación en que unos personajes se cambian de rol a sí mismos (entre los que están nuestros modelos) no solo hace que nos riamos aún más, si no que nos riamos con una basurita dentro del ánimo.
Y para más inri, termina la película con un final abierto que te deja con la sensación de ¿qué demonios acabo de ver?
Porque dentro de este trinomio, tenemos una fotografía espléndida para cada cúspide del triángulo, una puesta en escena muy original, una realización de cámaras casi estáticas (en su gran mayoría) muy acertada, y un guion fuerte, sólido, y que no deja indiferente a cada secuencia planteada. A pesar de que pierde ritmo cuando estamos en la mitad del film.
Esta película es un soplo de aire fresco en el cine de comedia. No deja títere con cabeza en todos los temas que se atreve a tratar con sus imágenes. Da por todos lados sin que te esperes de donde vienen las tortas, y encima logra que te tragues su propuesta sin ponerle peros.
No hay más. Es que es desternillante: modelos con problemas de dinero, rusos capitalistas, mujeres que solo pueden decir 3 palabras en alemán, un capitán de barco borracho y comunista, un yate que se detiene por el capricho de una de las clientas, un burro es asesinado… ¿A que no tiene relación nada de lo que he dicho?
Pues en este film sí. Ruben Östlund los ha juntado y nos da esta multipremiada (y lo que le queda) comedia, que, todo hay que decirlo, no es para todo el mundo. Si eres de carcajada más facilona, y solo quieres echar un rato en el cine, tienes otras películas en cartelera que no son esta.
DATO FINAL: la actriz que interpreta a la modelo influencer murió repentinamente el año pasado, al parecer, con 32 añitos (mi misma edad, la virgen…). Más tristeza para este triángulo