4 Butacas de 5
Sarah Polley regresa como realizadora después de tres cintas que la presentaban como una directora versátil y sumamente empática: el drama Away from her, que la anunció como una voz importante detrás de la cámara, la poco apreciada comedia romántica Take this waltz y el documental personal Stories we tell. Han pasado diez años desde este último y por ende la expectativa era alta para Ellas hablan, su adaptación de la novela Women Talking de Miriam Toews.
En un marco de tiempo y espacio muy acotado, Ellas hablan se enfoca en un momento clave en la vida de unas mujeres menonitas en su apartada comunidad religiosa. Tras sufrir una serie de reiteradas violaciones y abusos por parte de los hombres de la colonia, un grupo reducido debe juntarse para tomar una decisión. Pueden quedarse en el recinto y hacerles frente a los crímenes o alejarse y empezar de cero en otro lugar. Después de una votación que quedó en empate, es a través del diálogo que deben exponer sus argumentos, analizando cada opción y sus posibles repercusiones desde sus propias experiencias.
Y así se desenvuelve una película que podría haber caído en lo teatral, recayendo en diálogo excesivo y una intelectualización de sus temas, pero que lo evita. A pesar de la presencia de debates, en los que Polley no tiene miedo de dejar a sus actrices cargar el peso de los puntos de vista en conflicto, la directora también ha reparado en los riesgos que corría al adaptar un material como este. Ellas hablan es entonces sorprendentemente visual y dinámica, a pesar de tomar lugar en una misma locación en algo así como 24 horas.
A través de voces en off e imágenes indicativas de flashbacks, Polley amplía este mundo y nos da pinceladas de lo que ocurrió en el pasado y lo que sucederá en el futuro. Pero también se apoya en la notable banda sonora de Hildur Guðnadóttir junto con un montaje que ayuda a separar su narración en distintos bloques, tanto temáticos como emocionales. La película no se siente repetitiva ni claustrofóbica, sino que avanza con la discusión como hilo conductor. Y la discusión termina siendo el punto más fuerte, tanto en el texto exhaustivo de Polley que aborda cada arista de su complejo tema como en las interpretaciones de las actrices que los encarnan.
La cinta explora una decisión difícil. Por un lado, las mujeres pueden quedarse en su comunidad y exigir el perdón de los hombres, entendiendo que no es un perdón verdadero y que ellos no terminan de dimensionar la gravedad de sus acciones. Si se quedan, corren el riesgo de convertir el espacio en un campo de batalla, donde ellas empezarán a defenderse de futuras violaciones y violencia. Pero si se van, temen no ser recibidas en el Paraíso. Además, ¿a dónde se puede ir? Son mujeres analfabetas que no tienen noción del mundo que las rodea, pero que sospechan que el miedo a lo desconocido puede ser mejor que la situación en la que se encuentran.
Que tengan que reconciliar todo esto con su fe es un obstáculo más, otro de los temas que complejizan una obra que ya está trabajando con las grandes preguntas. La naturaleza del perdón, la diferencia entre huir y trasladarse, la forma en que una persona se convierte en enemiga y cómo empezar a sanar un trauma que ni siquiera puede ponerse en palabras son algunas de las preocupaciones profundizadas, desde diferentes lados y sin prédica.
Es una tarea ambiciosa la que se planteó Sarah Polley, y el resultado es solo una muestra más de su talento.