4 Butacas de 5
María Lejárraga, contemporánea de las grandes firmas de la Generación del 98, fue autora de obras de teatro que se estrenaron hasta en Estados Unidos, llegando algunas a la meca del cine, Hollywood (donde Walt Disney le habría robado su idea para alumbrar La dama y el vagabundo). Cultivando, además de la dramaturgia, el ensayo o la narrativa, la autora riojana supo tocar la fibra de los españoles de su época, que no quedaban en absoluto indiferentes ante sus obras.
Pero, siendo esto así, ¿por qué hoy María Lejárraga no es conocida para prácticamente nadie? Muy sencillo, porque toda su obra la firmó, mientras vivió, su marido, Gregorio Martínez Sierra. Esto, que poco va quedando claro gracias a la reclamación de investigadoras literarias reconocidas, podría haberse visto reducido al ámbito académico y, como ocurre desgraciadamente en España (¡ay, si fuéramos Francia o Alemania!), equivaldría a que apenas lo conocieran un puñado de personas.
Pero, por suerte, la directora Laura Hojman, quien ya nos hizo temblar con Antonio Machado. Los días azules (2020), ha vuelto a sumergirse en el género del documental para regalarnos A las mujeres de España. María Lejárraga (2022).
Acompañada por los testimonios de referentes como Manuela Carmena, Vanessa Monfort, Remedios Zafra, Isabel Lizárraga o Rosa Montero, Hojman también recrea pasajes de su vida gracias a la interpretación de Cristina Domínguez y con la interpelante voz como narradora de Kiti Mánver. En definitiva, nos encontramos ante una reivindicación mayúscula de una figura necesaria y que nos ha sido robada para la Historia.
Era un agujero en nuestra conciencia nacional (por no hablar de una causa tan indispensable como la feminista) el que se nos hubiera robado un símbolo que construye sociedad. Porque María Lejárraga, además de su esencial papel cultural, fue un personaje fascinante en distintos ámbitos. Y es que estamos ante alguien que, una vez que tomó conciencia de la importancia de su propia voz, dio un paso adelante y se implicó como diputada en la II República, luchando, entre muchas otras cosas, por el voto femenino y por el definitivo protagonismo de la mujer en la vida nacional.
Pagó luego su compromiso, tras la incivil guerra civil y la implantación de la dictadura de Franco, con su exilio en París, donde pasó penurias para sobrevivir mientras la perseguía la Gestapo. Ni ahí la socorrió su marido, quien solo la parasitó (sin escribir él jamás una sola línea y gozar una falsa vida de celebridad) y, una vez que inició una relación con una actriz, se desentendió de ella a nivel humano, preocupándole solo que le enviara obras para firmar y distribuir.
El ínclito personaje masculino que usurpó su nombre murió en 1947, mientras que ella llegó casi a centenaria, falleciendo en Buenos Aires (también estuvo en México) en 1974. No dejó nunca de escribir ni de reclamar la autoría sobre su obra, pero el mundo siguió quedándose con el hombre y olvidando a la mujer. La reclamaban investigadoras, pero no trascendía más allá del ámbito académico. Ahora, una vez que su historia ha llegado a la gran pantalla, podemos estar ante una nueva fase en su necesario conocimiento.
En la pasada Gala de los Goya, la película no se llevó el premio a Mejor Documental, por el que estaba nominada. Hubiera sido un aldabonazo clave para que España mirara al fin como es debido a una de sus grandes creadoras y el nombre de María Lejárraga quedara definitivamente grabado en la Historia. Pero ya sabemos que en nuestro país cuesta mucho que se repare un error histórico.
Que se lo digan a Manuel Menchón y su Palabras para un fin del mundo, en el que ponía luz sobre el trágico final de Unamuno y cuya indudable aportación histórica y cultural ni siquiera mereció una candidatura a Mejor Documental en los Goya de 2020… Es triste, pero hay que insistir: ¡ay, si fuéramos Francia o Alemania!
Seguro que, de haber triunfado el tándem Hojman-Lejárraga, hasta Sabina se habría repuesto del disgusto de que tampoco hubiera levantado el galardón el homenaje que le ofrece Fernando León de Aranoa en el documental que también competía en esa categoría y le habría dedicado una canción a la escritora usurpada… “Del bulevar de los sueños rotos / emergió la mujer que nos abrió los ojos”.