3´5 Butacas sobre 5
¿Es justo reducir el éxito de saga a solo tres nombres? No, ni mucho menos. Pero lo cierto es que, en los 28 años transcurridos desde que Arnold Schwarzenegger, Linda Hamilton y James Cameron coincidieran por última vez en una película de Terminator, ninguna de las secuelas ha estado a la altura de las dos primeras. Tampoco es fácil cumplir con las expectativas cuando te enfrentas al legado de dos de las películas más influyentes de la historia del cine, claro está, pero tanto La rebelión de las máquinas (2003) como Salvation (2009) y, sobre todo, Génesis (2015) oscilaron entre los homenajes mal entendidos y las oportunidades perdidas de reinventar la franquicia. Por eso no es casualidad que, con Destino oscuro (2019), Cameron haya optado por omitir todos los títulos que no habían sido escritos por él mismo y retomar la trama desde Terminator 2.
¿Otra cosa que no puede ser casualidad? Que esta sea la mejor película de la saga en 28 años.
En este sentido, el gran acierto de la película es su hábil mezcla de elementos y situaciones conocidas con otras tantas novedades a nivel narrativo y visual que enriquecen el mito de Terminator en lugar de limitarse a explotarlo. Entre los críticos se ha comenzado a comparar esta estrategia de reciclaje con la adoptada por Disney para El Despertar de la fuerza (2015), pero un referente más cercano sería tal vez el de Blade Runner 2049 (2017): Destino oscuro es lo bastante familiar como para enganchar al fan de toda la vida, pero no tan clónica como para que la puedan acusar de autoplagio.
Al margen de esto, como producto independiente también funciona a la perfección. Todo el reparto está excelente, desde los viejos conocidos hasta las caras nuevas: da gusto volver a ver a Linda Hamilton en la piel de Sarah Connor, pero Mackenzie Davis y Natalia Reyes completan una terna de protagonistas femeninas inmejorable. Es de agradecer además, no ya que el peso de la acción recaiga en un grupo conformado por mujeres, sino que esto suceda de forma totalmente orgánica, sin escenas-póster añadidas para recrearse en la excepcionalidad de este hecho, ni ostentosos discursos orquestados desde un estudio más preocupado por la ganancia económica que por el mensaje que tratan de vender. Maravilla que, en pleno siglo XXI, Terminator (pionera junto a Alien en esto de permitir que una mujer tomase las riendas de un blockbuster cargado de acción) vuelva a ser un referente.
Los alegatos sociales no acaban ahí (es difícil obviar la sutil crítica a las políticas migratorias de Trump, sobre todo si partimos de la elección de una protagonista hispana), pero tampoco devoran la película. Destino Oscuro es, ante todo, una cinta de acción, y como tal roza la excelencia: las escenas de tiroteos, persecuciones y lucha cuerpo a cuerpo son una auténtica pasada, con unos efectos especiales fantásticos y un ritmo trepidante. Durante los actos de promoción de la película, Schwarzenegger lamentaba que las anteriores entregas quedasen constreñidas por el incómodo corsé del PG-13, y esto le da la razón: su personaje es, pese a la edad, un auténtico titán que le va como anillo al dedo a este festival de fuego, sangre y tacos, y el villano encarnado por Gabriel Luna tiene suficiente presencia como para ofrecer una buena réplica.
En cuanto a la trama en sí, la forma de enlazar con las dos primeras películas es en general acertada (y no exenta de sorpresas ya desde el inicio); sin embargo, y aunque abre una puerta muy interesante a lo que puede ser el (nuevo) futuro de la saga, el camino hasta llegar a ese desenlace no siempre está libre de problemas. No es que haya fallos groseros, pero sí demasiadas cuestiones que se resuelven de manera un tanto atropellada, en especial al tratar el desarrollo de algunos de los personajes. No es, por tanto, tan redonda como sus dos predecesoras, pero sí una dignísima heredera que hará las delicias de cualquier fan.