'Los Fabelman': El triunfo de la pasión

'Los Fabelman': El triunfo de la pasión

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Sé que es un error y al mismo tiempo me veo en la obligación de escribir esta crítica sin reposar lo que acaba de suceder.

Porque hay piezas que son sencilla pasión y la pasión cuando la analizas pierde toda su magia, su sentido. Es lo que hace que un jurado en un festival de cine acabe tomando decisiones que ni siquiera son las primeras opciones de ninguno de sus miembros, después de sesudos debates, matando con ello la pasión y la emoción en servicio del pragmatismo.

Y tantas veces nos olvidamos de que el cine es eso: pasión, emoción, entrañas, energía. Por ello, me niego a reflexionar, matando con ello lo que siento ahora mismo.

Esta crítica es la de un espectador sin pretensiones que sale feliz, emocionado, agradecido por lo que le han hecho sentir.

Creo sinceramente que, si amas el cine, si en algún momento soñaste con dedicarte a este con verdadera pasión, saldrás con lágrimas en los ojos y sintiendo de algún modo que otro señor está contando tu propia historia.

Si por ahí no enganchas, porque toda tu vida has querido ser delineante, pues seguro engancharás con el miedo a las malas decisiones, a no seguir tu instinto, tu corazón…

Si eres hijo de padres separados se te removerán las tripas.

Si sufriste bullying o tuviste que cambiar de cole en el peor momento de tu vida se te acelerará el corazón.

Si alguna vez dudaste de tu relación y de una vida hipotecada en ella se te removerá el alma.

Hasta los que un día tuvieron un mono se sentirán representados.

Steven Spielberg se redime, perdona y pide perdón, da gracias a su familia, gracias a la vida por haber encontrado una vocación y nos dice abiertamente que la vida no es como en las películas, pero que si las películas, si el poder del cine vale para algo, puede ser para ayudar a mejorar nuestras propias vidas.

Solo si hacemos aquello que amamos con verdadera pasión y honestidad seremos capaces de transformar el mundo, o al menos, nuestro microcosmos más cercano… o en el más humilde de los casos, a nosotros mismos, que ya es muchísimo.

Quiero destacar el trabajo de Paul Dano, tan maduro y alejado de lo que nos había ofrecido hasta ahora. Tan mágico. Tan real. Tan sereno. Y digo el de Dano porque quizás Michelle Williams ya nos tenía acostumbrados a esta línea de personaje. Descubrimiento maravilloso el de Gabriele Labelle, que consigue aguantar el tipo ante un personaje que haría temblar las piernas de auténticos pesos pesados, defendiéndolo con gran carisma, humor y mucha verdad.

No hablaré de encuadres, luz, dirección de actores, tempo, ritmo… Es Spielberg… ¿Qué coño queréis que diga?

Diré sencillamente gracias. Gracias al cine. Gracias Steven. Gracias vida.

Hoy solo quiero escribir, dirigir, seguir soñando con emocionar a aquel que algún día pueda llegar una historia que salga de mis manos. Hoy el cine nos dice que soñar es gratis y que no escuchar al corazón propio, puede salirnos caro.

Que el cine es esa dulce mentira que nos da gasolina para soportar la realidad, o como decía Nietzsche: “El arte para que la verdad no nos mate

Si alguna vez fuiste al cine y por un momento la vida fue un poquito mejor, ve sacando tu entrada para ver LOS FABELMAN.

Pocas veces un director será tan sincero consigo mismo como esta vez lo ha sido el Rey Midas del séptimo arte. Bueno, quizás sí que muchos han sido así de sinceros, pero no son Steven Spielberg, ni saben situar tan bien el horizonte como este.