2’5 Butacas de 5
Un reparto encabezado por Christian Bale, la investigación de asesinatos de reclutas en la academia militar estadounidense de West Point del primer tercio del siglo XIX y la significativa presencia en la historia de un Edgar Allan Poe joven y desconocido, antes de ser abrazado por la eternidad. Los ingredientes de Los crímenes de la academia, película dirigida por Scott Cooper y que se puede ver en Netflix, son los propios de una receta excelsa… Pero el guiso, cocido con excesiva parsimonia para conducir a un final abrupto, no es tan delicioso como debería.
Lo mejor de la cinta es la genuina relación entre el veterano detective, un Augustus Landor (Christian Bale) al que se encomiendan a la desesperada los militares pese a su condición de hombre heterodoxo y alcohólico, y Edgar Allan Poe (Harry Melling), un extraño miembro de West Point al que solo le apasionan el culto por la escritura, el misterio y una irracional búsqueda en el amor platónico a través de una musa de sangre helada, Lea Marquis (Lucy Bointon).
La inmersión en la época decimonónica estadounidense es magistral, sintiéndose el espectador en todo momento, gracias a la fotografía, palpitando en un combate interior entre la ensoñación gótica y la jerarquía y el orden propias del ejército.
Siendo todo ello meritorio, un espectador exigente y aficionado a las películas de misterio debe exigir formar parte de la investigación. Y aquí no sucede. Por la sencilla razón de que el final, sin duda original y que provoca una mueca de sorpresa, nos llega como caído del cielo, sin haberse proporcionado apenas ninguna clave que nos permita tratar de ejercer de profetas. Errados o acertados, pero lo divertido del camino está en intentarlo con nuestra propia teoría.
Los crímenes de la academia se cierra con una guinda extraordinaria, pero tan alejada del discernimiento que nos parece más propia de la divinidad o de la lotería. Que cada uno elija el ente al que pedirle explicaciones.