3 Butacas de 5
El director iraní-danés Ali Abbasi se hizo conocido hace un par de años con la inclasificable Border, una perturbadora historia de amor y fantasía difícil de olvidar. Este año vuelve con un estreno también impactante, pero alejado de su obra previa en todo sentido: género, territorio, temática. La Araña Sagrada, situada en Irán, se basa en un caso real para contar una historia sórdida, urgente y necesaria.
En la ciudad sagrada de Mashhad hay un asesino en serie que noche a noche, como si se tratara de una compulsión, sale en motocicleta en busca de prostitutas. Tras llevarla a su casa, las ahorca hasta matarlas y se deshace de sus cuerpos. Luego da aviso de la ubicación de los cadáveres al diario local para que su hazaña se haga noticia.
Todo esto está basado en el caso del asesino Saeed Hanaei, que en el principio de los 2000 mató a 16 mujeres, principalmente trabajadoras sexuales, bajo el pretexto de estar limpiando las calles iraníes de corrupción moral.
La Araña Sagrada instala en esta narración la presencia de una periodista que llega a la ciudad a investigar el caso. Disconforme con el nivel de conservadurismo y machismo que la rodea, hace notar su ideología a las corruptas fuerzas del orden que dicen querer ayudarla a encontrar al asesino.
Así, la película de Abassi juega a diferentes cosas. Por un lado, es un thriller, una película policíaca casi en clave de cine noir que arma el suspense en torno a la resolución de un misterio; y por otro, es un drama que hace una crítica social a la violencia en uno de los territorios más misóginos del mundo.
Esto se enfatiza en el tramo final de la película, cuando resolver el misterio no es suficiente para concluirla. Porque a Abbasi también le importa mostrar el apoyo que tuvo el famoso asesino araña y la complicidad entre las instituciones que no frenaron su crimen. Y así muestra la hipocresía de ciertos credos y el peligro del fanatismo. Se adentra en cómo los observadores, en nombre de su dios correspondiente, permiten asesinatos y relativizan la violencia. Muestra las circunstancias existentes que permiten la defensa de femicidios y la inhabilidad de la gente por hacer algo al respecto.
Y todo es, como se señalaba en un principio, urgente y necesario. Pero decae un poco debido a la poca sutileza con la que es tratado un tema tan delicado. Prácticamente no hay subtexto en La Araña Sagrada y se alza la pregunta de si el thriller policíaco que Abbasi arma en torno a estos asesinatos es la mejor manera de hacer la crítica que pareciera también interesarle.
Hay demasiadas muertes gráficas de mujeres que hacen que la película se sienta explotadora, pareciendo que sus intenciones de provocar primaran por encima de cualquier otro discurso. Pero también hay demasiadas líneas de diálogo explícitas y obvias que simplifican el contexto social en que se encuentran los personajes, que marcan muy en negro y en blanco las fuerzas en juego, clasificando buenos y malos en vez de mostrar a las personas detras de las acciones.
Finalmente, el doble juego al que apunta el realizador termina quedándose a medio camino en cada caso. Como denuncia, La Araña Sagrada es bienintencionada pero poco profunda. Como ejercicio estilístico, es cautivadora pero morbosa. No es una película fracasada –tiene intenciones importantes y una ejecución lograda–, sino más bien una que deja al espectador con el deseo de haber visto una versión más decidida en su identidad y mejor comprometida con su propósito.