3’5 Butacas de 5
Llega a nuestras pantallas Hopper, el polloliebre, adaptación de los exitosos cómics de Chris Grine (desde aquí pedimos a las editoriales españolas que se animen a traer la serie a nuestro país), una cinta de animación familiar (pero no necesariamente infantil) que aúna géneros como la aventura, la comedia y la acción de una manera equilibrada, manteniendo el interés del respetable durante su hora y media de metraje.
Hopper, el polloliebre tiene claros sus referentes y no los esconde, pero no tiene nada que envidiar a producciones de mayor presupuesto. Tiene personalidad propia, personajes con alma y un detallismo y una factura técnica que asombrarán a los espectadores más escépticos y que harán las delicias de cualquier amante de la animación. Así pues, cuenta con mimbres más que suficientes para atraer la atención de pequeños y mayores, por lo que, en un mundo ideal, debería ser número uno en la taquilla de nuestro país, o al menos recibir una acogida tan cálida como la que ha conseguido en países francoparlantes como Francia o Bélgica.
Asimismo, cuenta con mensajes muy propicios para la hodierna actualidad que conforman una edificante propuesta para los infantes en plena formación, a destacar uno que se repite desde el principio hasta el fin de la obra y que supone la moraleja más importante de la función: lo que nos hace diferentes es lo que nos hace especiales, algo que se puede atribuir a la propia película: si obviamos los patentes paralelismos con otras cintas de aventuras como El Rey león o Indiana Jones (y, por consiguiente, su hermana animada Tadeo Jones), lo que nos queda es lo que hace especial a Hopper, el polloliebre, un film que celebra la diversidad animal (cerdos-lego incluidos) y otros valores tan inmortales y universales como la fuerza de la amistad, la importancia de la familia, la constancia como manera de superar las dificultades, la confianza en uno mismo para desarrollarse como persona (o animal) o el amor propio para querernos a nosotros mismos con nuestras virtudes y nuestros defectos.
En definitiva, estamos ante una película de animación destinada a reunir en el patio de butacas a toda la familia y que combina a la perfección forma y fondo, postulándose como una de las sorpresas más gratas y gratificantes del año.