4 Butacas sobre 5
Si hacemos el ejercicio de buscar la palabra héroe en el diccionario de la Real Academia Española, encontraremos las siguientes definiciones:
1. Persona que realiza una acción muy abnegada en beneficio de una causa noble.
2. Persona ilustre y famosa por sus hazañas o virtudes.
3. En un poema o relato, personaje destacado que actúa de una manera valerosa y arriesgada.
4. Protagonista de una obra de ficción.
5. Persona a la que alguien convierte en objeto de su especial admiración.
6. En la mitología antigua, hombre nacido de un dios o una diosa y de un ser humano, por lo cual era considerado más que hombre y menos que dios.
Parece que el director Costa-Gavras, especialista en retratos políticos (su célebre Z o la reciente El capital así lo corroboran), ha echado mano de dicho diccionario (o, para ser más certeros, de su homólogo en su idioma) a la hora de abordar el libro autobiográfico del exministro de Finanzas de Grecia Yanis Varoufakis escrito durante la crisis griega de 2015 y así adaptar la imagen del político a las acepciones ya nombradas de la palabra héroe. Tal vez por fidelidad a la hagiográfica obra del propio Varoufakis o por un afán personal de ensalzar cierta figura, el director de Arcadia retrata (o caricaturiza hermosa e hiperbólicamente) al exministro como si de un semidios de la mitología griega se tratara. En mitad de la crisis sufrida por el país heleno, es Yanis el único que, luchando con las hidras de múltiples y poderosas cabezas, rema a contracorriente en pos de la salvación de su pueblo sin escuchar los cantos de sirena que puedan echar por tierra su loable hazaña. Estos cantos son vivificados y vigorizados por los antagonistas de la obra: unos dioses, aquí malvados e iracundos, que, desprovistos de todo resquicio de humanidad y piedad, contemplan el mundo desde la más alta de las atalayas sin moverse un ápice de las viejas costumbres y políticas de Europa.
Una vez más, Gavras se sitúa del lado del más débil para dar voz a la personificación, tan ególatra como elocuente, de una de las crisis más graves vividas en el viejo continente que, no por estar exenta de una más que patente parcialidad, se hace menos actual que nunca. No será la película que nos atañe la más objetiva de cuantas se puedan ver en cartelera, pero, a decir verdad, ni lo necesita ni lo pretende; Gavras se limita a dictar, voz en off del protagonista mediante, lo que escribió Varoufakis en las páginas de su libro. Aunque, puestos a ser más exactos, no se ciñe exclusivamente a plasmar en imágenes el relato del exministro; lo que hace más interesante al film que nos ocupa es su capacidad de conferir a los acontecimientos cierto cariz sardónico, una pátina de ironía (presente desde el título) tan sutil en algunos pasajes como eficaz a la hora de mostrar los hechos más crudos de la realidad. Todo esto es posible gracias a unos personajes tan polarizados (aquí el héroe está surtido de las más encomiables virtudes y los dioses colmados de los más indecorosos atributos) como certeros en su desmesura, teniendo su idoneidad para lo surreal su cúspide en el baile final, que sirve como perfecta síntesis y ejemplificación de la hipocresía, la doble moral y la maleabilidad presentes en los políticos aquí retratados.
En definitiva y como conclusión, podemos decir que Costa-Gavras vuelve a su faceta más política en una cinta que, aunque limitada por el carácter autobiográfico del material del que parte, supone un ejemplo más de la solemnidad del cine del cineasta ateniense, que no ha perdido un ápice de vitalidad y sarcasmo en su regreso a casa.