4 Butacas de 5
Recuerdo la primera vez que escuché a los Hombres G en el pueblo de mi padre con un radiocasete de doble pletina que tenía mi primo, un par de años mayor que yo. La primera canción de esa cinta recopilatoria, que le había grabado uno de sus amigos del colegio, era “Sufre mamón” y nos encantó tanto que rebobinó varias veces para aprender su letra lo antes posible.
Hacía mucho calor, en la línea habitual del lugar, y como éramos “mayores” no nos echábamos la siesta, como nuestras hermanas pequeñas, por lo que tocaba matar el tiempo en esas tardes interminables con cualquier cosa que se nos pasaba por nuestras malignas e imaginativas mentes infantiles.
De ese niño queda ya muy poco, pero gracias a Voy a pasármelo bien, en el pase de prensa al que asistí, pude volver a serlo, en parte, mientras veía la película porque el grupo de niños de la historia, en la línea temporal de 1989, me recordaba a mis amigos del colegio cuando tenía esos mismos años. En mis grupos de colegas usábamos las mismas expresiones tontas, teníamos esos planes descabellados (cómo intentar comprar una revista Interviú), tuvimos un interés primerizo por el sexo contrario (en nuestro caso esas chicas sí se fueron con los chulos de nuestra clase) y creímos que nuestra amistad dudaría para toda la vida (algo que no ocurrió en cuanto pasamos a diferentes institutos).
Nota (1): De la misma manera que me ocurría y ocurre con Los Goonies, Una pandilla alucinante, Cuenta conmigo y otras tantas películas infantiles y juveniles de los años ochenta y noventa…ninguna de ellas es el colmo de la originalidad en las situaciones que presenta y menos todavía sus personajes, todos ellos estereotipos de carne y hueso; sin embargo, importa poco porque funcionan a las mil maravillas con la precisión de un reloj suizo.
De la película de David Serrano destaco principalmente el acierto a la hora de elegir al grupo de niños, con una química inmejorable, la mezcla de los temas de los Hombres G con la banda sonora (en más de una versión instrumental que se ajusta como anillo al dedo) y la acertada recreación de los años ochenta en la ciudad, el colegio de Primaria o Galerías Preciados (una cadena de supermercados que desapareció a mediados de los años noventa). También el grupo de baile de las coreografías, los saltos temporales del pasado al presente (con dos líneas temporales que se complementan la una a la otra, sin eclipsarse) y las versiones adultas de cada uno de los niños.
Por contra, la historia es un poco previsible, sin que sea un lastre gracias al resto de los puntos fuertes del filme, y las posibles sorpresas se ven a la legua. A pesar de eso, que no repercute en absoluto, estamos ante una película llena de magia, corazón y hecha con el alma de todos los espectadores que pedíamos un largometraje perfecto y original.
La película incluso deja algunos cabos sueltos de las vidas de los adultos (no entro en detalles para no destripársela al público potencial), los cuales se podrían explotar bastante de cara a una secuela, si la taquilla y el público apoyan como merece esta pequeña joya de la cartelera estival.
Nota (2): Recomiendo ver antes “Sufre mamón (1987)” y “Suéltate el pelo (1988)”, las dos películas que protagonizaron los Hombres G, dos cintas que entran en la definición de “son malas, pero te ríes con ellas.”
En definitiva, el largometraje es la elección ideal para pasar un buen rato con la familia, sean o no seguidores del grupo que homenajean, sin recurrir a secuelas de personajes de animación u otras fórmulas ya agotadas desde su tortuoso nacimiento.