3 Butacas de 5
El gran estreno comercial del verano llega de la mano del fardón director de Deadpool (David Leitch), quien nos regala en esta ocasión un frenético viaje donde las secuencias delirantes y la acción más gore se cuentan por estocazos. El chico bonito de Estados Unidos (Brad Pitt) se pone en el papel de un desgraciado cooler que tendrá que lidiar con todo tipo de bichos raros: desde los gemelos Limón y Mandarina y una presunta -pero nada- inocente chica hasta un oso de peluche japonés, aparte de otras figuras que adornarán buenamente este explosivo puzzle.
Hay películas que se dejan llevar por un excesivo barroquismo -la mayoría de ocasiones intrascendente- con el que se logra que, a medida que suceden los acontecimientos, el espectador se vea atrapado en una fatigosa espiral. Esto lo podemos apreciar en trabajos recientes, véase en el último escuadrón de DC, donde el libérrimo James Gunn nos regaló una experiencia suicida –sin argumento y rumbo alguno– en la que al respetable poco le importaba ya lo que le sucedieran a sus irrelevantes y mezquinos personajes, o la última sensación de A24, Todo a la vez en todas partes, que si bien conducía loablemente la idea del multiverso a la pantalla, no dejaba de ser un recargado torbellino de ideas donde su melodramatismo poético no enlazaba bien con su frenético dislate.
Si es cierto que Bullet Train podría haber caído en el pecado que lastran los anteriores títulos, pese a su cierta pasada de tuerca, el que dirigiese Atómica consigue que el espectador llegue fresco a su última parada, ya sea por su acción kamikaze, su carismático reparto, su hilo conductor atravesado por flashbacks temporales y situaciones notablemente rocambolescas o su toque gore. Un cocktail que mezcla al Tarantino más salvaje –alocado clímax final y rótulos de presentación de personajes–, la acción sangrienta más propia de los manganimes que de la ficción hollywoodiense, y los criminales thrillers ferroviarios, que, más por su halo enigmático y su descolocación de personajes que por su forma y trama nos puede trasladar a obras tales como Strangers on a Train o Transsiberian. Pero todo ello despojado de clasicismos y correctos formalismos, y es que David Leitch, a quien le va la marcha, te vende un billete para que no pienses y te dejes llevar durante más de dos horas; no pretendas buscar coherencia, trasfondo emocional o una empatía de personajes porque aquí no lo vas a encontrar. Lo que por desgracia si vas a hallar son los típicos chascarrillos, la mayoría sin gracia, que últimamente inundan los productos de entretenimiento comercial. Pese a ello, merece la pena subirse al tren.
En definitiva, aunque carezca de un detective, los sospechosos sean más invisibles que visibles y el enigmático causante de este embrollo esté esperando en la última parada, Bullet Train aúna los suficientes ingredientes de acción furibunda y del suspense más agathachristieano para poder crear una versión de Asesinato en el Orient Express al estilo Deadpool –moderna, desmedida, bizarra, gamberra– con la que disfrutar de todo su endiablado trayecto. Y a pesar de su tempo desmedido y su particular y cuestionable sentido del humor, podemos decir atrevidamente que Brad Pitt –quien se acerca más a su versión destornillada de 12 Monkeys o Snatch que a su registro dramático de By the Sea o Tree of Life– protagoniza el blockbuster del verano.