4 Butacas de 5
De la mano del director Enric Ribes nos llega a la pantalla Cantando en las azoteas, un documental biográfico que nos abre las puertas a la intimidad más personal, a una visión más escondida de la farándula nocturna y a una decadencia humana y artística que no todo el mundo quiere ver.
El film nos presenta a Gilda Love / Eduardo el último transformista del barrio chino de Barcelona, sobrevive con una mísera pensión mientras intenta seguir actuando en los escenarios. Sus prioridades se ven alteradas con la llegada a su vida de Chloe y de su madre, Hanna, con quienes tendrá la oportunidad de formar la familia que nunca ha tenido.
Cantando en las azoteas se caracteriza por ser un retrato muy íntimo, rodado en el hogar de una persona que, después de vivir una gran vida, se encuentra en el ocaso, quien lidia con las facturas que amenazan con embargar su vivienda, mientras sufre el abandono de los suyos y la ausencia del amado escenario. Un ejercicio cinematográfico repleto de un orgullo firme y de una sincera honestidad, en el que caminamos de la mano de Gilda por las calles de Barcelona, ensalzando la labor de los que lucharon por los derechos LGTBI.
Desde el principio a fin, el documental y su protagonista desprenden una personalidad propia absorbente. Centrada en un personaje fascinante y auténtico, se nos presenta el retrato artístico de las cosas humildes: las casas, los antros, la gente, la propia Gilda. Y todo es tierno, afectuoso.
Dentro de un ambiente a menudo amargo, vemos que siempre hay sitio para la ternura. No en vano, casi todo el metraje se centra en la relación de la protagonista con una niña de unos dos años a la que abandonan sus padres y de la que no tiene más remedio que hacerse cargo.
En conclusión, este retrato íntimo y personal sobre una de las figuras icónicas del ambiente nocturno. Es, claro está, un documento sobre Barcelona y sus entrañas más profundas, sobre su gente pasada y su gente nueva, adornada por los recuerdos de lo que fue y el deseo de lo que será.