3 Butacas de 5
María Ripoll, de la mano de Un Capricho de Producciones y Turanga Films, nos llevan a la gran pantalla con unas brillantes actrices como Ingrid García-Johnson (en el papel de Blanca), Elena Martín (en el papel de Elena), Lorena López (en el papel de Marina), y actores como Joe Manjón (en el papel de Miguel) y Carlos Troya (en el papel de Sigfrido).
La historia, escrita por Antonio Escámez y Víctor Sánchez Rodríguez, nos lleva a la costa de Valencia, a la antigua casa en la que vivieron no hace mucho tiempo tres amigas. Por cuestiones de la vida, el grupo toma caminos distintos y se separan, pero los vuelve a unir la muerte de uno de ellos: Paula.
La película es una oda a la tristeza que generan las antiguas amistades, la nostalgia por la época anterior a la adultez y la escasez de preocupaciones y problemas reales. Una morriña por la estética y ambiente de los 90, la fiesta, el desorden y el caos en esa pasada Valencia. Una combinación entre comedia y drama, pero que deja mucho más de lo segundo que de lo primero en el interior tras verla.
Joan Bordera realiza un gran trabajo de fotografía con unas muy ricas iluminaciones y un tratamiento del color muy natural, que evoca una gracia y alegría especiales, y también una claustrofobia, ansiedad y tristeza cuando así lo requiere el tono de los diálogos de la película. La apuesta por la utilización de cámaras de vídeo analógicas para evocar nostalgia y otras sin espejo para aportar realismo forman parte de un compendio de buenas decisiones por parte de este equipo y de la dirección.
Por otro lado, la película se traba de vez en cuando y se puede hacer lenta, sin propósito o repetitiva, incluso a veces determinados planos duran más de lo necesario o algunas escenas no aportan realmente nada sustancioso al conjunto de la historia. Esta, en sí misma, parece acabar sin realmente haber avanzado nada, configurándose casi como el epílogo de la que podría haber sido una muy buena historia. Sin embargo, la muy cuidada composición de los planos, sumado a la buena iluminación y el buen ritmo y tono conversacional y natural que aportan los actores la hacen una película amena y fácil de ver y digerir, que removerá sensaciones de aquellos que sientan nostalgia por la adolescencia y las buenas épocas pasadas.