Si hubo una gran triunfadora en la pasada edición del Festival de San Sebastián, esa es sin duda la película La trinchera infinita(Jon Garaño, Aitor Arregi, José Mari Goenaga, 2019). Con seis premios del certamen en su haber (mejor dirección y guion incluidos), la nueva película de los directores de Handia se presentó en la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España tres semanas antes de su estreno en salas. Con la presencia de parte del equipo técnico y artístico del film, los asistentes al preestreno acaecido en la Academia pudimos disfrutar de un breve pero interesante coloquio donde los hacedores de una de las mejores películas españolas del año (todo apunta a que las nominaciones a los Goya serán numerosas) compartieron vivencias y experiencias relacionadas con el proceso de creación del film. Con respecto al hecho de haber dirigido la película a seis manos, los directores dijeron: “Es complicado, pero es nuestra forma de trabajar. Conocemos nuestras debilidades y fortalezas. Compartimos muy bien lo que es el cine y lo que queremos contar”. En cuanto a su evolución como directores, apuntaron: “Lo que ha cambiado en todos estos años ha sido los recursos, pero lo bueno es que el mismo equipo se mantiene (excepto el equipo andaluz que aquí se ha añadido). Es bonito ver cosas de los primeros cortos en nuestras películas de ahora. Seguimos haciendo cortos porque siempre hay historias que apetecen contar”.
La trinchera infinita es un drama que se desarrolla durante distintas décadas, narrando los hechos desde 1936 hasta 1969 (encomiable el trabajo de los maquilladores, que modifican a la perfección el físico de los protagonistas, Antonio de la Torre y Belén Cuesta, a medida que pasa el tiempo narrativo de la cinta) y, a pesar de relatar una historia dura, claustrofóbica y desasosegante, cuenta con diversas escenas de humor que arrancaron las carcajadas del público asistente al preestreno. De eso habló la actriz principal tras la proyección: “El humor siempre debe estar. Queríamos que estuviese algo tan natural dentro de esa atmósfera tan horrible. Se propusieron incluso más momentos cómicos, pero no salían naturales”.
Asimismo, la cinta, que también incluye la pasión, el misterio y la sensación de alerta constante entre sus ingredientes, cuenta con lo mejor del norte y el sur españoles, pues no olvidemos que se alternaron los rodajes entre País Vasco y Andalucía, y nunca pierde el punto de vista del personaje de Antonio de la Torre, que, en palabras de los creadores, “empieza siendo claustrofóbico y termina sufriendo agorafobia”. En sus 147 minutos, La trinchera infinita cuenta con muchos aciertos, pero, sin duda, uno de ellos es el seguimiento constante del personaje de de la Torre por parte de la cámara, logrando así que, inevitablemente, actor y público se fundan, haciendo que el respetable acabe sintiendo en primera persona lo que sufre Higinio en su encierro durante más de tres décadas. Como dijeron los tertulianos en el coloquio, en el título está el carácter cíclico que querían impregnarle, pues “los conflictos no acaban, sólo se transforman”. Y es que, a pesar de estar (magníficamente) ambientada en décadas pretéritas, La trinchera infinita está más vigente que nunca. ¡No se la pierdan!