3’5 Butacas de 5
Cuatro años después de estrenar la comedia dramática Formentera Lady, su sólido debut en la dirección, Pau Durà vuelve a nuestras carteleras con Toscana, otra comedia, esta vez más apegada a la faceta más tradicional del género, para contarnos una peculiar historia de atracos que juega de manera hábil con los elementos propios de este tipo de filmes, introduciéndolos en el ámbito del humor.
Durá, que además de dirigir, escribe el guion de la cinta que nos ocupa e interpreta a uno de los personajes que la protagoniza, demuestra que con un solo espacio (el bar que da nombre a la película), cuatro portentosos actores (Francesc Orella -con quien coincidió en la estupenda serie Merlí -, Malena Alterio, Edu Soto y el propio Pau) y un guion inteligente y dinámico, no se requiere de mucho presupuesto para conseguir una comedia efectiva y no futilmente efectista, como sí son muchas de las comedias patrias que se estrenan mensualmente. Aquí no tenemos la clásica comedia edificada sobre los cimientos de golpes humorísticos basados en chistes de brocha gorda o diálogos absurdos; en Toscana, la mayor parte de los gags funcionan gracias al propio subgénero de comedia de enredo al que pertenece y homenajea y a los diálogos, afinados y creíbles en la boca de unos personajes con los que el respetable no tardará en empatizar. El actor de No sé decir adiós logra, desde el guion y la dirección, que actores como Malena Alterio y, sobre todo, Edu Soto, consigan desmarcarse de los roles excéntricos y exageradamente estrambóticos de las ficciones por las que son más conocidos por el gran público, tal y como ya ocurriera con el actor Jordi Sánchez en la mentada Formentera Lady. Así pues, Pau Durá lleva a cabo un refinado de sus personajes que hará que el público perciba la narración de manera cercana, pues Toscana es una comedia tan próxima al patio de butacas que a más de uno le dará la sensación de que casi puede tocar a los actores de una función que se muestra más divertida cuanto más se enmaraña sobre sí misma y más empática cuando muestra los dramas íntimos de sus personajes; cada uno tiene su intrahistoria, un background que aporta un trasfondo al relato y una construcción a los protagonistas de una comedia que no se conforma con hacer reír; también emocionará al espectador más sensible.
En definitiva, podemos decir sin miedo al equívoco que Toscana es un film divertido, cercano y emocional. El trasfondo de sus personajes y de su historia, un elenco protagonista que cumple a la perfección en los roles a defender y un guion siempre vivo y eficaz hacen de la película que nos atañe una comedia atípica y muy próxima al espectador, que encontrará serias dificultades para no empatizar con alguno/s de sus personajes.