5 Butacas de 5
Es gratificante ver la agilidad con la que avanza el cine a lo largo de los años. La innovación de la que gozan las producciones de las últimas décadas parece ser solamente la punta del iceberg de lo que está por venir en la industria cinematográfica.
Tom Cruise es uno de esos pioneros que nos dejan con la boca abierta, y no por la calidad de sus personajes, qué en determinadas ocasiones lo ha conseguido, sino que según ha avanzado su carrera, se ha convertido, en términos de producción, en uno de los mejores cineastas de nuestra generación.
Con la saga de Misión Imposible, ya se ha permitido hacer ciertas locuras, pero lo que ha conseguido con la nueva y esperada entrega de Top Gun, supera todo lo que ha realizado hasta ahora. Ya es bien sabido, que, para esta secuela del clásico dirigido por Tony Scott, se quisieron elevar los estándares, hasta el punto en el que el propio reparto ha sido entrenado duramente para poder realizar la mayor parte de la película, dentro de los cazas, con el propio elenco pilotando.
En esta entrega, Pete “Maverick” Mitchell (Tom Cruise) tras una larga y estancada carrera en el ejército del aire americano, es llamado de vuelta a Top Gun, la escuela de élite en la que él se formó en su juventud.
Es un claro ejemplo de: “quién no arriesga, no gana”. Visto que el reparto entero ha sobrevivido al rodaje íntegro de la película, podemos decir que esta complicada decisión ha sido la mejor que se podría haber tomado. En una era en la que los cromas y el CGI son la norma de la industria, Top Gun: Maverick ha demostrado dónde radica la verdadera magia del cine, adiestrando a sus actores, no solo para que pilotaran los cazas, algo que requiere de una especialización muy grande, sino que también fueron formados para que cinematográficamente fueran capaces de transmitir lo espectacular que es pilotar esas bestias del aire.
Y en este alarde de producción, no sólo es la experiencia de los cazas lo que hace grande a esta obra. La película en su totalidad funciona muy bien, ya sea en tierra o en el aire. Para los nostálgicos de la primera entrega, me atrevo a afirmar que esta secuela consigue superarla con creces.
Si se pudiera sacar alguna pega, lo único que diría es que en determinados momentos rozan el límite con el juego de la nostalgia durante el primer acto, pero por lo demás una experiencia impecable.
Definitivamente esta producción va a convertirse en un hito del cine, habiendo logrado algo que no se había hecho nunca antes. Y sin duda alguna, es una experiencia que hay que vivir en la gran pantalla, ya que el sonido y la cinematografía van de la mano más que nunca. Dicho esto, solo queda disfrutar una vez más del piloto más temerario de los EE.UU.