5 Butacas de 5
Llega el segundo largometraje de una de las directoras más aclamadas: Carla Simón. Hace varios años debutaba como directora de largometrajes, tras varios cortos, con Verano 1993, revelándonos una forma de ver muy especial.
Estamos en 2022 y por fin llega a las salas españolas tras el éxito en el Festival de Berlín Alcarràs, coescrita junto a Arnau Vilaró (también guionista en Verano 1993), mostrando con delicadeza la mezcla de temas tanto actuales como “pendientes”, temas nacionales que consiguen una proyección internacional por su propia globalidad, por tratarse de una historia presente en la base de la humanidad. Memoria, pérdida de raíces, familia, impotencia y rabia soterrada son algunos de esos temas que cimentan un film sobrecogedor.
Un aspecto muy importante es la naturalidad, presente en todos los aspectos del largometraje, no solo transmitida desde la escritura del guion y la realización, sino la dirección de unos actores que, aunque no sean profesionales, consiguen transmitir una verdad profunda sin lugar a dudas de ninguna clase. Tal vez pueda usarse como “ventaja”, en pos de esa naturalidad que mencionábamos. Este elenco (Jordi Pujol Dolcet, Anna Otin…) ha sido seleccionado con un cuidado que demuestra la minuciosidad de la construcción del relato que lleva a cabo la directora, incluso destacando un tipo de comportamiento a la hora de actuar que puede que vaya marcándose como autora.
Cuando una familia ve amenazado el lugar donde ha crecido y echado raíces, intenta resistir al inexorable paso de lo moderno e industrial que tanto vende el futuro para unos y que, sin embargo, devora el pasado o la vida de otros sin miramientos. Se retrata cómo podemos vernos obligados a unirnos a una marcha hacia una dirección que no hemos escogido, pero para la que no dejan elección.
Tres generaciones, que a pesar de no tener los mismos recuerdos, sienten la pérdida por igual, por la experiencia de sus mayores y la importancia de la transmisión de su memoria; consigue establecer una relación holística, no solo entre diferentes dimensiones del film (narrativa, técnica, artística…) sino entre sus “habitantes” en la ficción, que representan a su vez a todo un colectivo actual; siempre. Simón consigue establecer un paralelismo entre los personajes más jóvenes del largometraje con el propio espectador a la hora de la empatía. Pero desde el principio somos conscientes de lo que ocurre y de por qué ocurre, dándonos poco a poco datos para poder comprender y opinar.
Realización en ocasiones impersonal que ayuda a esa atmósfera de cotidianidad; mantiene el ritmo que le toca en cada secuencia y es la situación en sí lo que estás viviendo, pero hecho con medida perfecta que en ningún momento te deja indiferente. Sentirte observadora y aún así comprender y empatizar a través de la veracidad, se consigue ver más de cerca.
Se trata de una película que llega a la fibra sensible sin caer en el sentimentalismo en el que se suele ver en discursos parecidos, que te hace compartir y pensar en el ritmo y futuro propios. Aunando la preocupación por un futuro inminente con la importancia de alejar el pasado del olvido, Carla Simón nos trae Alcarràs.