3’5 Butacas de 5
Esta semana hemos vuelto a disfrutar de la visita a Madrid de Laurent Cantet, flamante ganador de la Palma de Oro en la edición del Festival de Cannes del año 2008 con La clase (Entre les murs), uno de los mejores dramas juveniles europeos del presente siglo. Ahora, cinco años después del estreno internacional de El taller de escritura (L’Atelier, 2017), estrena en los cines españoles Arthur Rambo, drama protagonizado por Rabah Nait Oufella (Crudo, 2016) que, como es costumbre en el cine de Cantet, ahonda en temas de actualidad tales como la identidad, el poder de las redes sociales o la cultura del bloqueo.
Para ello, el director de Foxfire: Confesiones de una banda de chicas se basa en la historia del escritor, cineasta y bloguero Mehdi Meklat para construir el protagonista de esta cinta: un joven, afamado y prestigioso escritor francés que, de la noche a la mañana, ve como su gran éxito editorial se torna en su mayor fracaso personal debido a unas controvertidas declaraciones suyas emitidas a través de un perfil anónimo en una web. Así pues, Cantet y sus co-guionistas (Fanny Burdino y Samuel Doux) utilizan las redes sociales (Twitter concretamente) para demostrar el poder que tienen estas en la hodierna sociedad, dejando patente que pueden encumbrar a una personalidad (en este caso, un escritor) y hundirla en el más absoluto de los ostracismos en cuestión de pocos minutos, llevando a cabo de esta manera una radiografía del homo sapiens actual: el que se comunica únicamente a través de pantallas, el que no titubea un segundo a la hora de poner la zancadilla a aquel que halla el triunfo laboral y personal, el que no duda en dar la espalda a quien le acompaña en su camino vital cuando este comete un grave error, el que se escuda en un seudónimo para escribir lo que piensa, el que reniega de lo que escribe y lo que hace por miedo a la opinión pública, el que vive en una bicefalia constante entre dos mundos, el que se niega a discernir entre artista y obra, el que sí lo hace desde el desdén más feroz, el que opina igual que la mayoría por miedo a no sentirse aceptado, el que opina diferente desde la cobardía, el que abraza el triunfo y huye de los problemas… Todas estas caras del ser humano y otras muchas son las que vemos en la película que nos ocupa, pero sin ningún tipo de juicio por parte del director, tampoco de la cámara por mucho que, como reconoce el propio Laurent Cantet, la historia esté contada como si de un proceso judicial se tratara; nuevamente, nos toca a nosotros, los espectadores, ser quienes forjemos nuestra opinión sobre los hechos y personajes presentados y quienes imaginemos el destino del protagonista.
Asimismo, como hemos indicado en anteriores líneas, el tema de la identidad es otro de los muchos que sirven para cimentar el relato de Arthur Rambo. En uno de los artículos que lee el protagonista de la cinta, vemos claramente un titular: ¿Quién es Karim D (el nombre del personaje principal del filme que durante años utilizó el seudónimo de Arthur Rambo para tuitear todo tipo de comentarios de dudosa moralidad)? Esta simple pregunta trae consigo otra mucho más global: ¿Quiénes somos? ¿Quiénes somos como sociedad y como individuos pertenecientes a esta? ¿Somos lo que escribimos, lo que pensamos o lo que decimos? ¿Somos quienes opinamos en una web con desconocidos o quienes interactuamos con nuestros seres queridos? ¿Tenemos una sola identidad o tenemos varias dependiendo de a quién nos dirijamos? ¿Nuestra opinión real es la que callamos o la que lanzamos a los cuatro vientos con el fin de buscar notoriedad en un mundo virtual donde se premia el escándalo y el comentario más políticamente incorrecto? Como las mejores películas, Arthur Rambo no da una respuesta fija e inamovible, pues deja al público que halle y confeccione sus propias conclusiones. Y aquí es donde posiblemente encontremos un arma de doble filo: Cantet nos presenta a Karim D a través de sus allegados: su madre, su hermano, sus compañeros de la editorial, su pareja… Todos ellos lo escrutan, lo juzgan, lo perdonan o lo condenan. La película va transcurriendo con pulso firme y ritmo constante, sin aislar en ningún momento al espectador, que es un personaje más del film y que, de igual modo, debe dictaminar un veredicto para Karim y que, debido a esto, tal vez los ochenta y siete minutos de metraje de Arthur Rambo se les presenten cortos en duración y en desarrollo. Tal vez necesitáramos más tiempo para conocer a Karim D, para al menos intentar comprender su comportamiento, ver las consecuencias de sus actos o, simplemente, seguir viendo en pantalla el magnético carisma que irradia Rabah Nait Oufella, un actor que ya apareció en La clase y que, sin duda alguna, nos seguirá sorprendiendo en futuros proyectos, quién sabe si en la próxima película de Laurent Cantet. Hasta entonces, se levanta la sesión.