4 Butacas de 5
No hay un día en el que sucedan los trágicos acontecimientos. No hay una jornada en la que encendamos la televisión y algún loco, depravado, violador, psicótico, enfermo…arrebate la vida a una mujer. Son asesinos con todas las letras, gente sin alma que se apodera de la inocencia de luchadoras, de madres que tratan de salir hacia delante en una nueva vida, que les permita cerrar esas heridas que siguen vigentes. Son los depredadores machistas los que provocan que la violencia de género aumente cada día.
Se le llama así, violencia de género y machista. Por mucho que ciertos políticos del país jueguen con la dialéctica y las palabras queriéndola llamar otra cosa, son asesinos. Quizás ellos no las sufran, pero cuando Rosa, María, Ana o cualquier otra mujer salía de casa para ir a trabajar, se toparon con el dragón que las devoró el corazón y los sueños.
‘La Maniobra de la Tortuga’ es el fiel reflejo de la violencia machista. El golpe que Juan Miguel del Castillo le asesta a un sistema roto que desprotege por completo a las víctimas. Desde la seguridad, lo social y económico, esas vías que algunos dicen que protegen cuando cada día se siguen contradiciendo con las tristes noticias.
Una película real, difícil de hacer por lo que simboliza, pero hecha con el corazón de un cineasta comprometido con lo social. Tras romper el alma del espectador con ‘Techo y Comida’, Juan Miguel del Castillo se adentra en un thriller negro, oscuro como el alma de los asesinos y de un trasfondo dramático desde el inicio. Una historia rodada en la provincia de Cádiz, basada en la novela de Benito Olmo y en la que asistimos a la búsqueda de un asesino que ha acabado con la vida de una joven.
Fred Tatien es todo un portento. Un descubrimiento al que se le pudo ver en ‘La Enfermedad del Domingo‘, y que en la película del director jerezano es toda una bestia parda mostrando fuerza, garra y emociones por igual. El intérprete francés encarna al agente Manuel Bianquetti, un policía roto por dentro, víctima colateral de la violencia machista tras perder a su hija a manos de un violador. La vida le cruza con Natalia de Molina, intérprete que vuelve a estar fantástica sin tener tanto protagonismo como en ‘Techo y Comida’, pero que es el reflejo de la desesperación y el abandono que sufren las víctimas tras estar siendo acosada por su ex pareja. Su angustia, temor y drama quedan patentes en su historia en la que sigue demostrando el pedazo de actriz que es.
Un largometraje que no requiere de grandes alardes ni tampoco se basa en los clichés del género, narrando una buena historia tan real y triste como la vida misma. Los dos protagonistas forman parte de un espejo en el que se ven reflejados por el horror principal de la película: la violencia de género. Es precisamente este juego de retratos entre sus protagonistas, uno de los aspectos mejor llevados en la película, tanto a nivel de guion como de montaje. Los dos están reflejados, son víctimas rotas, llenas de dolor que la expresan a través del terror y la inseguridad.
Las escenas de acción están hechas como si fueran pura realidad. Sin necesidad de planos estrambóticos, únicamente la oscuridad de la calle y el alma de sus participantes como si de una noche cualquiera se tratara.
Mención especial en la película merecen también secundarios como Mona Martínez, exquisita en su papel por cierto, con un carisma y unas frases que la convierten en un personaje para el recuerdo. Ignacio Mateos, otro pedazo de actor que vuelve a hacer alarde del gran talento que tiene y que debería estar en más producciones. Gerardo de Pablos es la otra parte de la película, siendo también uno de los cristales resquebrajados por la pérdida de un ser querido.
Una película completa, que funciona a la perfección como thriller de crónica negra, el drama social de una realidad que sigue castigando por la violencia machista y no como la quieren llamar los del púlpito.