4 Butacas de 5
Basada en un caso real ocurrido en Suecia en 1980, “El triunfo” cuenta la historia de cómo Etienne, un actor en paro, empieza a dar un taller de teatro en un centro penitenciario. Lo que comienza como algo temporal, se convierte en un ambicioso proyecto: representar “Esperando a Godot”, de Samuel Beckett, en una gira por distintos teatros de Francia.
Desde un primer momento, se ve una impecable presentación de los personajes, tanto de Etienne como de los internos que acuden al taller. Esto permite empatizar con ellos, entenderle y casi quererlos desde el principio. Son hombres carismáticos, graciosos y con un gran potencial, a pesar de haber cometido errores en el pasado. Esto es lo que quiere transmitir la película, que lo que importan son las personas, no los prejuicios.
Toda la película se basa en la obra que van a representar en el teatro: “Esperando a Godot”. Los actores se identifican con ella desde el principio, porque dicen que ellos solo esperan. Esperan a que les abran las puertas, esperan a la hora de la comida, esperan el siguiente vis a vis, esperan el día que puedan salir de la cárcel. Además, la obra también habla de lo absurdo que es todo, tal y como lo ven los presos, el absurdo es su día a día.
Las actuaciones son sencillamente perfectas. Sólo Kad Merad, que interpreta a Etienne, resalta por encima del resto. Los demás, entre los que se encuentran Pierre Lottin, Sofian Khammes, David Ayala, Wabinlé Nabié y Lamine Cissokho, realizan un trabajo espectacular, muy cuidado y de una manera muy natural, sin resaltar ni pisarse unos a otros.
“El triunfo” es una historia de superación que plantea la realidad tal y como es. No intenta contar que las vidas de los protagonistas son perfectas o van a serlo en un futuro, simplemente muestra cómo el teatro les ayuda a evadirse de su realidad durante unas horas, aun siendo conscientes de que luego volverán a la normalidad.
Mostrar la cultura como vía de escape, sea cual sea la situación de la persona y hacer ver que gracias al teatro puedes dejar a un lado quién eres durante un rato. Esto es lo que consigue Emmanuel Courcol en “El triunfo”, una comedia dramática que consigue emocionar y que demuestra que no hay que contar historias increíbles para hacer películas maravillosas.