2’5 Butacas de 5
Este viernes podremos disfrutar de la nueva epopeya del director más característico de todo el género de desastres naturales, el incomparable: Roland Emmerich.
Voy a compartiros mis impresiones para descubrir si esta vez podemos salvarnos o es toda una catástrofe.
En esta nueva aventura seguiremos a tres protagonistas, la astronauta Jo Fowler (Halle Berry), el ex astronauta Brian Harper (Patrick Wilson) y el teórico conspiranoico KC Houseman (John Bradley) que deberán descubrir de dónde procede la fuerza misteriosa que ha golpeado a la Luna fuera de su órbita y la está precipitando en choque directo contra la Tierra a toda velocidad.
En líneas generales la película nos ofrece todo lo que promete y a lo que nos tiene acostumbrados Roland Emmerich, pero en esta ocasión estamos delante de un film que apuesta más por el drama humano que por la acción desmedida, sin desmerecer algunas escenas espectaculares, la tensión del primer acto se desinfla en la mitad del film, el cual se hace demasiado largo para una resolución abrupta y un final que deja muchas preguntas sin resolver. Y no es que el cine de Emmerich se haya caracterizado nunca por las grandes reflexiones humanas, pero si le hemos podido ver mucho más en forma en otros trabajos que abordaban temas similares.
Y ese es otro de sus puntos débiles, la película vuelve a ser un refrito de los conceptos a los que ya nos tiene acostumbrados con ligeras sutilezas que, en mi opinión, no acaban de dotarlo de una identidad propia. Es un producto que nos recuerda vagamente a “Independence Day” o a “2012”, pero no consigue tener una línea lo suficientemente original o visualmente innovadora como para que podamos apreciar un carácter propio.
Sumado a unas interpretaciones flojas y líneas de diálogos que parecen sacadas de la publicidad de barritas energéticas de los 90s, es un ejercicio bastante vago para lo que esperaba de un director que ha aportado tanto al género. Y ese es el principal problema, esta película se ha quedado anclada en el cine de acción de hace 30 años, pero sin la espectacularidad y lo novedoso del género en aquella época.
En conclusión, es disfrutable y recomendada para ir con amigos, además nos hace recordar la época en la que las historias las protagonizan marines montados en un F-18 que se enfrentaban a los “malos” a ritmo de Creedence Clearwater Revival o AC/DC.
Eso no es en absoluto malo, pero Emmerich nos podía dar mucho más pero no llega hasta el final y nos queda un producto entre dos aguas, entre la nostalgia por las explosiones y un drama moderno descafeinado, que, en mi opinión, provoca que el film no acabe de cuajar.