3 Butacas de 5
Los fans de Sion Sono estamos de enhorabuena. Y es que por fin podemos ver una película suya en los cines españoles: Prisioneros de Ghostland, en palabras de Nicolas Cage, la película más loca de cuantas ha protagonizado (y eso es mucho decir).
En honor a la verdad, y para evitarle sorpresas al respetable, hay que decir que esa afirmación se ha quedado en una mera táctica de marketing, pues ni estamos ante el film más alocado del actor californiano ni el más arriesgado del director nipón. Aquí tenemos un Sion Sono bastante comedido que no deja de lado su hiperbólico y surrealista estilo pero que puede impregnar cierta sensación de decepción; y es que si tenemos en cuenta su premisa y su protagonista, era de esperar que el siempre libre Sono nos ofreciera una obra totalmente desatada, aunque es cierto que en la cinta que nos ocupa no faltan escenas desconcertantes, canciones festivas en secuencias dramáticas, sus pertinentes dosis de sangre y la ya clásica escena sobreactuada de Nicolas Cage buscando la carcajada y el aplauso del fan de quien se dice que, no sin razón, conforma un género en sí mismo.
Así pues, ingredientes no faltan para que el espectador disfrute de un rato divertido frente a la pantalla. Lo que sí le falta al conjunto es cierta cohesión en sus tramas y coherencia en su argumento. Porque cuando en una película toda la historia gira en torno a un conflicto totalmente evitable, es muy difícil conectar plenamente con lo que nos propone, al menos si queremos tomárnoslo en serio, algo no muy recomendable en el caso de esta estrafalaria versión de Mad Max: Más allá de la cúpula del trueno (George Miller, George Ogilvie, 1985), donde tenemos a un Nicolas Cage en el papel de héroe emulando al Mel Gibson de la película australiana y cuyo protagonismo se ve deslucido por una discutible elección narrativa que nos lleva a presenciar excesivos saltos temporales, haciendo que los flashbacks, los flashforwards y algunas subtramas carentes de interés (cuando no caóticas) lastren el conjunto.
Pero no se equivoque, querido lector; pese a su irregular guion, no podemos decir que Prisioneros de Ghostland sea una película fallida, pues ofrece lo que se propone: cien minutos de diversión en una desacomplejada y desvergonzada película del género Nicolas Cage que en su alma de serie B encuentra su particular identidad. Si le añadimos un esmerado cuidado en aspectos de producción, fotografía, maquillaje y vestuario y la dirección siempre inconformista y atrevida de Sion Sono, nos queda un film tan reivindicable como inusual.