3’5 Butacas de 5
La nueva Matrix es una anomalía, una película que no debería existir. Eso es lo que parece decirnos Lana Wachowski durante los 148 minutos que dura el film.
Durante la primera parte de la película, asistimos a una mimetización de Lana, Neo y Thomas Anderson. Los tres son la misma persona. Caminan como fantasmas del pasado entre ejecutivos que buscan utilizar su nombre para lanzar un nuevo producto tan revolucionario como el que ellos lanzaron hace 20 años. Como si algo revolucionario se pudiese crear utilizando un checklist y una batidora.
La apatía que sienten Neo/Lana/Thomas durante esta primera parte, nos transmite esa sensación de que ‘Matrix Resurrections‘ no debería existir. Lana Wachowski no quiere hacer esta película. Eso no quiere decir que la haga obligada, sino que aprovecha la oportunidad para destapar todos los males de una industria que se ha vendido al enemigo: el productor.
Por ello, al terminar la primera parte Lana parece aceptar lo que le han pedido que haga con la nueva Matrix. “Vuelve a hacer lo mismo y seguro que funciona, la gente verá lo que le nosotros queramos que vea.”
¿Dónde queda la creatividad? ¿Sería posible crear hoy la Matrix original con este método de trabajo? Son preguntas obvias que no dejan de ser válidas ni dejan de ser críticas a una sociedad que solo quiere ver lo mismo una y otra vez.
Por otro lado, la película también reniega de la mitificación de la primera saga.
Entretuvimos a un puñado de chicos – dice Neo cuando un fan le pregunta sobre su exitosa primera saga.
Pero ¿qué era lo que hacía Matrix tan especial? ¿El momento bala? ¿Muchas armas? ¿Filosofía barata vestida de una capa cool? Eso se preguntan los product managers que han de crear esta nueva saga.
Lo que a primera vista parece una película pastiche y llena de lugares comunes, es en realidad un ataque al cóctel de recursos utilizados por franquicias tan exitosas como MARVEL o Star Wars.
Dicho de otro modo, Matrix Resurrections utiliza los mismos recursos de una manera poco elegante, dejando las costuras a la vista. De una manera directa y evidente, se llega casi a verbalizar a los directivos que sus métodos son una chapuza y que así nunca conseguirán crear algo original, algo que nunca nadie haya visto.
Matrix Resurrections se odia a sí misma, a su propia existencia. Y claro, es difícil que el público pueda amarla. Es una película irregular, llena de momentos arrítmicos y anacrónicos que parecen ser intencionados, pero no por ello menos molestos a ojos del espectador.