2 Butacas de 5
Abel Ferrara es un veterano de guerra que en los últimos años no ha dejado de pasar por multitud de prestigiosos festivales de la industria cinematográfica europea: Siberia (Berlín), Tomasso (Sevilla), The Projectionist y Alive in France (Gijón), Pasolini (Venecia) y un largo etcétera de títulos han formado parte del circuito festivalero. Y, claramente, su último trabajo no se iba a quedar atrás.
En el pasado Festival de Locarno, el cineasta neoyorquino se consagró como mejor director por la elaboración experimental y transgresora que podemos presenciar en Zeros and Ones. Un merecido reconocimiento, sin ninguna duda; lástima que la dirección es lo único destacable de un puzle al que le faltan –o sobran, depende de cómo se mire– demasiadas piezas para que tenga un mínimo de coherencia argumental. El autor de El Funeral maneja loablemente la cámara, sigue a los personajes y capta la esencia atmosférica –incertidumbre y miedo– que envuelve a la obra a través de un notorio tembleque y abruptos a la par que raudos movimientos, pues Ferrara observa y hace observar; la cámara es un personaje más de su particular visión de la actual pandemia. Entre tanto embrollo también saca tiempo para alternar de manera tan caprichosa como efectiva formatos y tonos -granulado, casero, sucio– que logran que nos adentremos en la confusión que provoca la oscuridad de la noche.
Pero a decir verdad, dejando de lado la absorbente realización de la cinta y la buena actuación –por partida doble– de Ethan Hawke, hay zero a lo que aferrarse para defender este dislate. Que no os engañen, esta no es una película sobre la pandemia y la guerra, sobre el enfrentamiento internacional entre las grandes potencias mundiales ni sobre el riesgo que existe al espiar e intentar exponer los tejemanejes que se traen los peces gordos de este pernicioso mundo. Es mucho más sencillo que eso. Ferrara lo que en realidad nos quiere hacer ver es que los mandatarios controlan el planeta a su antojo cuando la sociedad no está despierta; y al día siguiente, nuestra cotidiana vida continúa, avanza como si nada, seguimos viviendo en la ignorancia. Seguimos estando igual de ciegos que un topo a la luz del sol. Un mensaje demasiado claro entre tanta barahúnda.
El propio Ethan Hawke al leer el guion no entendía qué quería contar Abel en su película –la personalidad y la particular manera de narrar y contar historias de Ferrara y la admiración que tenía Ethan hacia el cineasta es lo que hizo embarcarse en el proyecto–. Y a este servidor no le extraña, pues Ferrara no sabe ni de dónde partir ni a dónde llegar en este pseudo-thriller apocalíptico hecho desde el más puro capricho. Siempre hay que estar a favor de la libertad creativa del autor y de la huida de la narrativa convencional que tanto prolifera en la industria, pero siempre que tenga una finalidad que llene, ya sea artística o filosófica. Y por mucho que se aleje de lo tradicional, todo aquí resulta caótico.
En conclusión, para el que escribe estas líneas, Zeros and Ones es una tomadura de pelo bien ejecutada pero mal formulada. Lo peor que le sucede a este filme es que se queda a medio camino entre el cine experimental más reflexivo y el típico drama profundito. Una obra con muchas más sombras que luces donde el atrayente y virtuoso manejo de la cámara y la imponente presencia de Hawke –hay un monólogo en el segundo acto donde demuestra por qué es uno de los mejores actores de su generación– logran salvarla del precipicio. El moja sol, los dinosaurios pasan no obstaculizan casi nada, mía madre el oro del acueducto. Efectivamente, esta última frase carece de toda lógica y sentido. Al igual que la película.