3’5 Butacas de 5
Quien nos iba a decir, allá por el 2018, que el segundo largometraje de Arantxa Echevarría tras su más que reconocida ópera prima “Carmen y Lola” iba a ser una comedia. Y es que en un viraje de géneros bastante curioso, la bilbaína ha optado por dejar de lado el drama (al menos de momento) en favor de las risas, y este viernes estrena la “La Familia Perfecta”, película en la que el humor y los enredos confluyen a su vez con un inesperado relato de redefinición personal.
Lejos de lo que podría parecer, el cambio de registro de Echevarría no supone que la cineasta haya aparcado las temáticas que ya estaban presentes en su primer trabajo, sino que más bien vuelve a ellas de nuevo para explorarlas desde una óptica diferente. Aunque esta vez no es ella la guionista (el libreto lo firma Olatz Arroyo), “La Familia Perfecta” y “Carmen y Lola” convergen a la hora de abordar la identidad femenina y cómo esta se ve definida y limitada por la rigidez de las convenciones patriarcales. Así, cuando a Lucía, la protagonista de la película, le anuncian que su único hijo está a punto de casarse, le entra una necesidad enorme de acabar con el compromiso. Lo que aparenta ser una trama clásica de suegra malvada va derivando sin embargo en algo mucho más interesante (en palabras de la propia Echevarría): “Lucía descubre que no es feliz, que lleva mucho tiempo sin serlo y que sólo ha vivido su vida para servir a los demás” (séase, su hijo y su marido). La comedia se utiliza por tanto para hacer reír, sí, sobre todo con las luchas familiares que predomina en la primer parte de metraje; pero también como una forma de subvertir estereotipos y dar alas a la protagonista.
Yendo un paso más allá, la cineasta no sólo juega con las bases del género cómico, sino que también experimenta con su propia forma. Sorprenderá al espectador que los primeros minutos de la película estén rodados en una toma continua con grúa y steady incluidos en la que se nos hace un largo recorrido por el lujoso apartamento de los protagonistas. O, de igual forma, que una de las escenas más dramáticas de la película sea un plano secuencia bajo la lluvia en el que la directora exhibe la maestría de Belén Rueda y Gonzalo de Castro de manera sobresaliente. Todos estos toques bizarros en la comedia sirven para demostrar cómo Echevarría es una cineasta con personalidad, además de que se puede hacer una película comercial sin la necesidad de caer en los manidos recursos convencionales o en lugares narrativos comunes. Sin que la película sea perfecta, sí divierte, sí cuenta con un mensaje interesante y, sobre todo, demuestra que romper los tópicos puede sentar muy bien.